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El otro destino

María Sai tiene 13 años y fue la primera niña china adoptada en Valladolid cuando tenía dos. Ahora, simplemente, es española y es feliz

http://www.nortecastilla.es/prensa/noticias/201003/20/fotos/3505624.jpg
María Sai posa en el mismo sofá, aunque tapizado, en el que también se retratara hace diez años para un reportaje de El Norte. :: G. VILLAMIL

El otro destino

María está aprendiendo a tocar el violín. :: G. VILLAMIL



El camino que recogió su nacimiento era otro. Era un día muy frío del año de la rata, el de la abundancia y las buenas perspectivas para los chinos, casi no había luna, y María llegó a otro mundo, a miles de kilómetros de los que serían sus padres. Era un 8 de diciembre de 1996 cuando comenzó a esperarlos, aunque ellos aún no lo supieran. Hefei, a las orillas del río Yangtsé. Un pequeño pueblo rural vio nacer a Tong Sai, el nombre que llevó durante sus dos primeros años en un orfanato chino. El segundo, lo conservaría. Se llama María Sai. Su madre biológica la había abandonado «porque era una mujer buena que quería que las autoridades se hicieran cargo de mí porque ella no podía». «En China -explica ahora la niña- sólo se puede tener un hijo en la ciudad y dos en los pueblos, y los varones son más útiles para el trabajo».

Quiso alguna estrella que sus padres, Guillermo y Reyes, decidieran luchar contra todos los desánimos de un sistema que, por aquel entonces, no sabía ni cómo tramitar una adopción internacional. Las impactantes escenas de un reportaje sobre los orfanatos chinos decidieron sus pasos y ya emprendieron el camino hacia María. No entraba en sus planes tener hijos, pero «ha sido tan, tan fácil, ella nos lo ha hecho tan fácil», dice ahora Reyes.

A María Sai, María, le sorprende un poco todo esto. Ella se considera española, concretamente de Torrecilla de la Orden, el pueblo vallisoletano que la ha visto crecer, de dónde es su familia y de donde es ella. «No recuerdo nada del orfanato, la verdad. Sé que una madre china me llevaba en su tripa, sé que habiendo nacido en otra parte del mundo tengo unos padres aquí, dos personas de ojos redondos y de nacionalidad española». Y no necesita saber más, llegó a Valladolid con dos años, «algo delgaducha pero sana». Es alta, tiene muchos amigos, primos y más familia, le encanta leer y el cine, estudia en el colegio de los Maristas y es «muy responsable y aplicada». Tiene una sonrisa que juega entre la timidez y la travesura y eso sí, «es una suerte muy grande estar aquí, soy una mujer afortunada» dice consciente de su fortuna desde sus cortos trece años. Es tal la integración, lógica por otra parte, que hasta hace poco, opina su madre, «creo que no se daba cuenta de sus ojos rasgados ni de su lisa melena oscura, de que los demás niños los tenían de otra manera». «El recuerdo más antiguo que tiene es de su abuela dándole crema tras el baño, en el pueblo. Fue al poco de llegar. Antes, no parece haber nada».

Pasión por los toros

«China no me llama especialmente la atención, no me dice mucho, aunque mis padres me insisten en que debo conocerla y que podemos ir cuando quiera, pero preferiría ir a Roma o Egipto», dice María Sai. Tampoco le apasiona estudiar chino, aunque lo hace y además «se le dan bien los idiomas, también el francés y el inglés» -apunta Reyes-; ya lleva cinco años acudiendo a clases en el Centro Cultural Chino, pero a María lo que le gusta mucho, de verdad, son los toros, las corridas desde el burladero, los encierros, la fiesta. Uno de sus primos es un gran aficionado y pronto se contagió. «Me encantan».

La panadera de Torrecilla de la Orden siempre dice que «soy la más parecida a la familia de todos los nietos» y, en el pueblo, dicen que «soy igualita que mi bisabuela y que, de todos los primos, soy la que además tiene un carácter más parecido a ella». Y es que el calor familiar casi cuestiona la genética. María se parece a Reyes, en el carácter tierno, la sonrisa delicada y llamativamente alegre, en el cuidado de los detalles, en el gusto por el orden y hasta en la pasión por los bombones. La pequeña está aprendiendo a tocar el violín, es muy hogareña, cocina unas estupendas magdalenas y cambia cada día su opinión sobre lo que quiere ser de mayor, aunque en su lista figura la ingeniería aeronáutica y el periodismo. Aunque, por ahora, lo único que parece haber decidido con cierta contundencia es ser soltera, no tener hijos y viajar mucho. Escribir relatos le gusta especialmente y también meterse en los libros, en particular los de historia y los de aventuras y, entre sus deportes favoritos, está la natación.

En cuanto a la comida, lo tiene muy claro, «la de los restaurantes chinos no me gusta demasiado, aunque a veces vamos. Prefiero todo lo de cuchara, me encanta el cocido y los callos... no sé, todo».

María Sai fue la primera niña china adoptada en Valladolid, al menos de los casos que tramitó la Junta. Será, por lo tanto, probablemente la de mayor edad adoptada de este país que viva en la ciudad. En Castilla y León, la primera fue otra pequeña que reside en Salamanca, después vinieron cientos.

«La decisión fue difícil, siempre lo es porque somos unos egoístas, pero tras las dificultades de la tramitación, que todo fueron pegas, que mejor optáramos por otro país, que era muy difícil... hicieron lo que pudieron porque desistiéramos, lo hicimos», explica su madre. Pasados once años, la familia es eso, una familia, lo fue desde el primer momento y «la verdad es que se te olvida de donde viene tu hija» y apenas «te cambia la vida, nosotros seguimos viajando mucho, acudiendo cada año a Tarifa, moviéndonos, tal vez elijas lugares adecuados para su edad, pero no nos ha frenado mucho». «Evidentemente tienes que estar con ella, pendiente de sus estudios aunque los lleva muy bien, y de sus cosas, pero desde el principio le explicamos que fue afortunada, que su madre biológica la dejó en unos grandes almacenes porque pasaba mucha gente y la pudieron encontrar enseguida y que cuando nos la pusieron en los brazos parecía que nos estuviera esperando».

Fue la primera en unos años en que en España sólo se adoptaban de China poco más de cuatrocientas menores, menos de la decena en Castilla y León. Después, dada las facilidades de la política china, fue el país extranjero más demandado y, en el 2005, llegaron 205 pequeñas de esta nacionalidad; 115, en el 2006 y ya sólo 58 y 52 en los dos últimos años. El problema, las restricciones de los gobiernos extranjeros. Cerradas en buena medida las fronteras chinas, es Vietnam quien parece haber tomado el relevo y Etiopía y Rusia, los que mejor mantienen sus discretas cifras por encima de la veintena, según los datos de la Consejería de Familia e Igualdad de Oportunidades. A Valladolid, en el 2009, llegaron 40, menos de la mitad de las del 2005.

Fuente: http://www.nortecastilla.es/v/20100320/valladolid/otro-destino-20100320.html

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