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¿Devolvemos al hermanito?

Los celos forman parte del desarrollo psicológico normal del niño y desaparecen por sí solos. Pero mientras duran, hay que gestionarlos. Varios psicólogos comparten sus consejos: no regalar a todos por el cumpleaños de uno y nada de comparar

Algunos niños llevan mal la llegada de un hermano a la familia. Rabietas, mordiscos o empujones malintencionados son algunas de las típicas reacciones del niño celoso. Lo de toda la vida. Muchos padres, desmoralizados, no saben qué hacer y llegan a tomar medidas contraproducentes como tratar de reprimir los celos. Pero no hay que alarmarse: son reacciones normales en la infancia, que desaparecen con el tiempo siempre que los progenitores apliquen el sentido común.


El pequeño Juan (nombre ficticio) era un crío de tres años que andaba orgulloso por la casa, hablando a diestro y siniestro. Era el rey absoluto. De repente, el mundo se resquebrajó: había llegado un bebé al hogar. Juan piensa que "este que ni camina, ni habla tiene a los papás y a los abuelos encantados y le dicen tonterías sin parar". Normal, es el síndrome del príncipe destronado.

¿Responde a una pérdida de privilegios? "No, porque el pequeño también puede tener celos del hermano mayor", aclara Carlos González, presidente de la Asociación Catalana Pro Lactancia Materna (ACPAM).
Igual de dañinas son las odiosas comparaciones: "Este niño todavía no habla [o no camina] y su hermano sí... En esto las familias lo hacen mal porque las etapas evolutivas se atraviesan cuando tocan, no antes", advierte la psicóloga.

Desubicados

Gemma Cánovas atendió a un niño que fue hijo único durante ocho años. Sus padres se separaron y tuvieron otras relaciones. En poco tiempo pasó a tener un hermano por año, entre biológicos y políticos. El pequeño entró en un estado de desorientación y confusión, no encontraba su lugar, se mostraba muy rabioso e irritable. Con el tratamiento, poco a poco, fue colocando las cosas en su sitio y los celos desaparecieron.
También se da el caso de familias que, en busca de la parejita, ansían tener un varón. Cuando por fin nace, la hija se siente muy marginada, en la sombra, como si no encontrara su lugar. Parecida situación puede darse entre dos hermanas: la menor siente que no ha podido complacer el anhelo de sus padres y además el puesto de niña ya está ocupado. También se dan celos del menor hacia el hermano mayor.

Los celos forman parte del normal desarrollo psicológico infantil. "Lo raro sería que un niño nunca tuviera celos, y no solo de los hermanos, sino incluso de un padre o de la madre, al entrar en la etapa edípica, entre los 3 y 5 años". Es cuando entra la figura del tercero.

"La raíz siempre está en el víncu­lo afectivo con los adultos. Si un niño ha construido un víncu­lo afectivo consistente y bastante sano con la madre y el padre, le será mucho más fácil elaborar los celos con los hermanos". Tras la fase edípica, el niño entra en una etapa de latencia en la que las pulsiones están adormecidas, canalizan sus energías hacia el juego o el estudio y no tratan de rivalizar por la madre. Otra etapa muy movida es la pubertad. Y aunque no es algo habitual, los celos pueden enquistarse y llegar a la edad adulta con una gran rivalidad.

Las criaturas celosas, explica el pediatra Carlos González, se comportan como bebés más pequeños para inspirar compasión, pero también lo hacen como niños más grandes para demostrar que son mejores que el bebé.

Tratan a sus padres con una mezcla de amor, muchas veces pesado, y hostilidad, y muestran a su pequeño hermano un amor exagerado rozando la agresividad, como cuando lo abrazan tan fuerte que casi lo asfixian. O cuando ridiculizan a su hermano o le intentan agredir.

¿Y cómo interviene la figura del tercero en las familias monoparentales? Esta figura viene representada por las amistades, el trabajo de la madre... Siempre serán motivos por los cuales el niño tenga celos, explica Gemma Cánovas.

Niños adoptados

Cuando la nueva criatura proceda de una adopción, lo recomendable es evitar en la medida de lo posible el distanciamiento prolongado de la madre del hijo ya existente, al que le pueden surgir dudas del tipo: "¿Por qué yo he nacido en tu barriga y ahora quieres otro hijo de otra manera?". A veces, hay hijos biológicos que envidian al niño adoptado y llegan a preguntar a los padres por qué a él no le han adoptado también, subraya Gemma Cánovas. O que dicen cosas como: "¿Cuándo devolvemos al hermano pequeño?", como si pensaran que era un préstamo".

Sean niños consanguíneos, adoptados o incorporados de otra pareja, se debe tratar de preservar el lugar del hijo ya existente: "Proteger sus costumbres, sus hábitos (no eliminar sus clases extraescolares, por ejemplo), su habitación, sus juguetes. No es solo una cuestión de espacio físico, sino también algo simbólico", señala la psicóloga. "Es importante subrayarle que no va a perder su lugar en la familia, que papá y mamá van a seguir queriéndole igual".

Una buena medida es tratar de involucrarle en los cuidados del bebé, de forma que no se sienta desplazado, y explicarle las cosas que podrán hacer juntos en el futuro. "Pero sin presionar: mejor no forzar el tema porque si no acabará empachado de hermano", advierte Gemma Cánovas.

Dialogar mucho con los niños pequeños da muy buenos resultados. "Aunque les parezca a los padres que no les entienden", señala la psicóloga, está demostrado todo lo contrario.

La mayoría de padres lo van solventando bien, a menos que se angustien con reacciones que ellos consideran graves. "No hay que castigar al hermano mayor como si estuviera haciendo algo muy malo; otro error es tratar de hacerlo todo exactamente igual con ambos hijos, como cuando es el cumpleaños de uno y le hacen un regalo al otro, por ejemplo", dice Carlos González. El colecho, compartir los padres la cama con los niños pequeños, es algo positivo, asegura el pediatra: "Los niños que experimentan estar juntos más tiempo se pueden llevar mejor", concluye.

Problemas al cuadrado

 

Al niño le habían dado el rol del éxito. Era el simpático, sociable y buen alumno. La niña parecía el reverso de la moneda. Era una pareja de gemelos con problemas. La psicóloga Gemma Cánovas trató a la pequeña durante unos meses. "Se dibujaba o muy pequeñita o bien sin entidad propia, como si formara parte del hermano". La psicóloga trabajó su identidad diferenciada del gemelo y con los padres, porque ella no podía explicar nada de su vida cotidiana sin referirse al hermano. Dio un giro espectacular. Es normal que los gemelos se sientan unidos desde la diferenciación, y otra cosa es una especie de simbiosis, como si fueran hermanos que físicamente están unidos, explica Cánovas.

Fuente: http://www.elpais.com/articulo/sociedad/Devolvemos/hermanito/elpepusocsal/20111007elpepusoc_12/Tes

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