Tras su retirada, la estrella china de la NBA regresa a la Universidad ante el asombro de sus compañeros de clase
Yao Ming, el deportista más famoso y alto de China, vuelve al «cole». Tras retirarse del baloncesto a los 31 años por una lesión crónica en su pie izquierdo, el gigante de ojos rasgados ha regresado a la prestigiosa Universidad de Jiaotong en su ciudad natal, Shanghái.
«Me siento bien, pero un poco cansado porque llevaba sin asistir a clase más de diez años y tengo oxidado el hábito de estudiar», confesó al periódico «Global Times» la antigua estrella de los Houston Rockets, quien ha preferido retornar a las aulas, en lugar de pagar a profesores particulares, para «sentir la atmósfera del campus». Con sus 2,29 metros de altura, su presencia no pasó desapercibida en la Facultad de Económicas de Antai, donde levantó un gran revuelo entre los estudiantes que se le acercaron para fotografiarlo y pedirle autógrafos. Al afable Yao nunca le ha importado posar ante las cámaras y, con su bonachona sonrisa por bandera, siempre ha atendido a la legión de seguidores que le admiran en China.
Cuando a los 17 años debutó en los Sharks de Shanghái, un equipo que luego compraría con los millones ganados en la NBA y con la publicidad, los ricachones de la ciudad llevaban a sus hijos al estadio para que animaran a la «Gran Muralla Andante», como le apodaron en los Juegos Olímpicos de Sidney 2000. Dos años después, y tras una complicada negociación no exenta de cierta tensión política, dio el «gran salto adelante» a la NBA, donde fue elegido 1 del «draft» y empezó a jugar con Houston.
Tras extenuantes sesiones de entrenamiento que duraban hasta diez horas, Yao Ming veía por fin cumplido su sueño y brillaba en la NBA junto a astros como Shaquille O´Neal o Charles Barkley, con quienes se batió el cobre en la cancha.
Fue el segundo mejor «rookie» (novato) del año y se erigió en la figura clave de los Rockets, ayudando a tender puentes entre Estados Unidos y China y abriendo la NBA al mayor mercado del mundo. Tanto en canastas como rebotes y asistencias, los números avalan su calidad profesional. Seleccionado hasta ocho veces para jugar el All Star de la NBA, formó parte en cinco ocasiones del quinteto ideal y disputó cuatro «playoffs» en busca del preciado anillo de campeón. Con la selección de baloncesto china participó en los Juegos Olímpicos de Sidney 2000, Atenas 2004 y Pekín 2008, portando la antorcha por la plaza de Tiananmen y siendo el abanderado de su país en estas dos últimas ocasiones.
Al margen de su exitosa trayectoria deportiva, eclipsada desde 2005 por varias lesiones que forzaron su retirada el pasado verano, Yao Ming ha sabido cimentar su reputación y labrarse un nombre comercial valorado en más de 1.000 millones de dólares gracias a la publicidad, los contratos promocionales y al documental «El año de Yao». Además de hacerse con las riendas de su primer equipo, los Sharks de Shanghái, y dirigir una fundación benéfica, ha puesto su fama al servicio de causas nobles, como la solidaridad con los enfermos de sida o la denuncia de la caza de tiburones para cocinar la demandada sopa de aleta.
Una década después de dejar la Universidad para marcharse a la NBA, Yao Ming ha cambiado las canastas por los libros para estudiar Matemáticas, Inglés e Historia. «El profesor se ha apiadado de mí y no me ha puesto deberes», bromeó el gigantón entre sus sorprendidos compañeros de clase intentando encestar una nueva canasta en su vida: la de la educación.
Gigante por decreto
Los padres de Yao Ming, nacido en 1980 en Shanghái, son dos jugadores de baloncesto de la época comunista, Yao Zhiyuan y Fang Fengdi. Según un libro publicado en 2005 por el periodista de «Newsweek» Brook Larmer, «Operación Yao Ming», el «Gran Timonel» Mao Zedong los obligó a procrear para alumbrar un superhombre que la propaganda comunista explotaría a mayor gloria de China, como ya hacía con sus atletas de élite la Alemania del Este al otro lado del Telón de Acero. Cuando vino al mundo, Yao Ming medía 60 centímetros, el doble de los chinos niños. No parece que su estatura de 2,29 metros se deba a la manipulación genética, poco avanzada en aquella época, pero el autor de la obra sostiene que Yao Ming es fruto de un experimento para crear un gigante por decreto.
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