Una enfermera entregó a Alberto a sus padres adoptivos a través de la puerta de atrás de una clínica de Madrid. Pagaron 25.000 pesetas.
PARA VER VÍDEO : http://bcove.me/niw8bjpk
La idea se instaló en sus cabezas sin avisar. Una errata en la partida de nacimiento, una conversación captada en susurros y la chispa prendió. Ya no había vuelta atrás. La llama de la duda había tomado forma y amenazaba con quemar todo a su paso. La sospecha se había hecho un hueco en las vidas de Alberto -nombre ficticio- y Federico y todo comenzaba a desmoronarse. La curiosidad empezaba a quitarles el sueño. ¿Y si todo fuera falso? ¿Y si soy un niño robado? 
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La idea se instaló en sus cabezas sin avisar. Una errata en la partida de nacimiento, una conversación captada en susurros y la chispa prendió. Ya no había vuelta atrás. La llama de la duda había tomado forma y amenazaba con quemar todo a su paso. La sospecha se había hecho un hueco en las vidas de Alberto -nombre ficticio- y Federico y todo comenzaba a desmoronarse. La curiosidad empezaba a quitarles el sueño. ¿Y si todo fuera falso? ¿Y si soy un niño robado?
Alberto y Federico son dos de los 261 personas, cinco de  ellas de Murcia, que se creen víctimas de presuntas adopciones  irregulares o robos de niños y que esta semana se han armado de valor y,  bajo la premisa de que la unión hace la fuerza, han llevado sus  inquietudes hasta la Fiscalía General del Estado.
 Más de dos centenares de personas se han aglutinado en la  denuncia colectiva presentada por la Asociación Nacional de Afectados  por Adopciones Irregulares (Anadir). ¿El objetivo? Que se investiguen  los supuestos casos de bebés robados por una red organizada entre los  años 50 y 90.
 Desde que la interposición de la denuncia sonó en todos  los medios de comunicación, son muchas las personas que se han puesto en  contacto con esta asociación que preside Antonio Barroso, otro 'niño  robado'. Todas ellas traen en las manos papeles amarillentos y muchas,  muchas preguntas. Pese a lo elevado del número, Anadir cree que el  grueso está aún por ver y que esta trama podría afectar a hasta 300.000  personas en todo el país.
 Sus historias guardan muchas similitudes. En el caso de  las madres que aseguran haber perdido a sus hijos siempre suele haber  una 'muerte' en el parto -aunque sin cadáver-, una explicación a toda  prisa y, en ocasiones, un ataud vacío. En los relatos de los hijos  supuestamente robados, por su parte, no suele faltar una enfermera, una  puerta trasera y, a veces, un sobre con dinero.
 «Las cantidades varían mucho, pero las historias son  siempre iguales», recalca Alberto. Este vecino de Torre Pacheco, de unos  30 años, lleva los últimos doce hurgando en sus orígenes. Con sólo 7  años se enteró de que era adoptado. Sus padres, ya mayores, no podían  concebir hijos y optaron por esa vía. «Tenían ya 50 años y llevaban  mucho tiempo queriendo adoptar». No lo hicieron, sin embargo, de una  forma oficial. El suyo fue un apadrinamiento por la puerta de atrás.  Unos amigos que conocen a una enfermera que tiene mano en una clínica...  La historia que se repite.
  «Expediente ninguno»
 
 «En mi caso, expediente de adopción no hubo ninguno»,  explica Alberto que, según sus datos, nació en el verano de 1980 en la  clínica Rúber de Madrid. Sus padres recibieron un aviso de sus amigos y,  poco días después, volvían a Murcia con su bebé en brazos. «Les  pidieron 25.000 pesetas a mis padres para pagar supuestamente el  papeleo», recuerda. «Lo único que la enfermera les recalcó muy bien a  mis padres es que no buscaran, que nunca buscaran».
 Tras llegar a Murcia, Alberto aún tardaría varios meses  en ser inscrito en el Registro. Había que 'arreglar' los papeles. «Me  inscribieron en enero con ayuda de un abogado de Murcia y un notario de  Valencia que eran amigos de mis padres».
 Tras esta peculiar adopción, Alberto vivió, durante  muchos años, feliz en el seno de su familia. Aún lo es. Las dudas, sin  embargo, le asaltaron. «Cada vez que se va acercando tu cumpleaños se va  acrecentando más y más esa necesidad de saber», apunta. «Te vas  preguntando ¿de dónde vendré realmente?, ¿tendré hermanos?...».
 Al igual que a la mayoría de afectados, también a Alberto  su familia le había relatado una historia. Una historia que hace aguas.  «Mis padres siempre me contaron que mi madre era la mujer de un  banquero de Madrid que era muy joven y mantenía una relación adúltera  con otro hombre del que se quedó embarazada», relata. «Como estaba  casada, llevó el embarazo en secreto, porque era bastante gordita, y dio  a luz en una clínica de Madrid».
  Dos partidas de nacimiento
 
 Conforme iba creciendo, a Alberto cada vez le resultaba  más difícil creerse su propia historia. Con 18 años, este vecino de  Torre Pacheco no pudo acallar más sus fantasmas y empezó a investigar.  Una primera batida por los rincones de su casa hizo que llegara a sus  manos su partida de nacimiento. Un documento hasta entonces oculto. En  él figuraba «madre desconocida». Con el fin de comprobar este aspecto,  este joven se dirigió al Registro Civil y pidió echarle un vistazo a su  partida de nacimiento. «Me dieron otra partida diferente en la que mi  madre adoptiva figuraba ya como biológica y todo empezó a olerme ya muy  raro».
 Tanto en el caso de Alberto como en el de Federico, la  duda no sobrevino de golpe. La realidad no les sacudió de una estacada.  Surgió como una centella que los papeles extraviados y el silencio de  los testigos no hace más que avivar. «Traté de ponerme en contacto con  los amigos de mis padres en Madrid, los que le pusieron en contacto con  la enfermera, y me colgaron el teléfono», recuerda este joven. «Me  dijeron que no volviera a llamarles nunca y que la enfermera estaba  muerta».
 Agotados ya todos los trámites habituales, Alberto se  topó con un muro. Ya no había más que escarbar. «Darle vueltas siempre  le das, pero no hay nada en mi mano que pueda hacer», explica. Un  artículo en este diario le descubrió la existencia de Anadir. «A mí solo  nunca se me habría ocurrido denunciar, pero somos muchos». La pasada  semana, su caso llegaba, junto con otros 260 similares, a la Fiscalía  General del Estado. «Salió en la tele y le dije a mi madre que una de  esas denuncias era mía. Me dijo que por qué hacía eso, que yo no era uno  de esos niños robados», explica con cariño. «Ella recuerda que la  enfermera le dijo que no buscara y le hace caso».
 El caso de Alberto guarda algunas similitudes con el de  Federico Martínez Álvarez. Este comercial, vecino de la pedanía murciana  de Era Alta, no tiene reparos en contar su caso a cara descubierta. No  oculta su identidad. «Mis padres adoptivos ya han fallecido y ahora ya  no me importa a quien pueda ofender», explica seguro.
 Federico nació en la clínica Ribas de Barcelona, pero se  crió en Elche. Sus padres tenían un negocio junto a un colegio de  Carmelitas y una estrecha relación con algunas de estas religiosas.  «Ellas sabían que no podían tener hijos y les dijeron que si alguna vez  se enteraban de algo les echarían una mano». Esa mano llegó en  septiembre del mítico año 68. Una monja tocó a la puerta de la pareja  con la esperada noticia. «Acaba de nacer un niño en Barcelona. Si lo  quéreis, es vuestro». Poco después, estos ilicitanos, con un alto poder  adquisitivo, tomaban un avión rumbo a la ciudad condal.
 Federico desconoce el dinero que sus padres desembolsaron  por su adopción, e incluso si llegó a existir esa contraprestación  económica, aunque tiene sus sospechas. «Una hermana de mi padre me dejó  caer una vez que mis padres se habían gastado mucho dinero en mí». La  inscripción en el Registro Civil, como en el caso de Alberto, tardó  varios meses.
 En su partida de nacimiento figura que nació en  Barcelona, pero las líneas referentes a sus padres biológicas están  llenas de tachones. Una prueba, según el afectado, de que su inscripción  estuvo manipulada. «Si se falsifica un documento público por algo  será».
 Al igual que Alberto, este comercial afincado en Murcia y  padre de tres hijos también descubrió a edad temprana que era adoptado.  «Me enteré por la típica conversación de críos y cuando volví al  mediodía a casa les solté a mis padres la pregunta del millón. Se  quedaran blancos», bromea. Sólo tenía 9 años.
 La historia que le repitieron a Federico tiene como  protagonista a una mujer joven y soltera que no puede afrontar la  maternidad y cede a su bebé. Un relato muy escuchado. «Me contaron esa  historia, pero siempre te pica el gusanillo de conocer de dónde vienes».  Con esa intención, este hombre comenzó a recopilar todas las pruebas  sobre sus orígenes y empezaron a no cuadrarle algunos datos. «En mi  partida figura que nací en Barcelona, pero el certificado de bautizo  refleja que soy nacido en Elche».
  Visita a la madre superiora
 
 Como la inquietud le atenazaba, Federico se puso en  contacto con una de las monjas del colegio de carmelitas anexo a su casa  de Elche y con las que se había criado. Una de ellas era madre  superiora de un convento en la localidad tarraconense de Amposta y le  hizo una visita. «Me preguntó si mis padres -adoptivos- seguían vivos y  al decirle que no, me dijo que me daría algunas direcciones». Sus  pesquisas le llevaron en sus vacaciones de 2007 a un centro de  religiosas de Barcelona. «Una monja de allí me dijo que preguntaría  sobre mi caso a las monjas que estuvieron en la clínica donde yo nací»,  recuerda. «Poco después me dijo que todos los archivos de esa época se  habían quemado y que podíamos hacer lo que quisiéramos pero no íbamos a  encontrar nada».
 Tanto Federico como Alberto están convencidos de que,  tras sus historias, podría existir una trama de robo de recién nacidos.  La idea les ronda la cabeza y, conforme van escuchando más y más  historias, ésta cobra fuerza. Alberto no pudo acudir a la presentación  en Madrid de la denuncia ante la Fiscalía, pero Federico sí lo hizo. Y  la impresión se le ha quedado grabada. «Todos nos mirábamos de arriba a  abajo buscando algún rasgo familiar», relata. «Una mujer se me acercó y  me pregunto: ¿nene, tú de qué año eres?».
 Ambos comparten su deseo de que se haga justicia, que se  sepa la verdad. Luego, aunque conscientes de la dificultad, no pierden  la esperanza de atar cabos. «Yo no quiero nada de dinero», confiesa  Federico, «solo saber de dónde procedo, si tengo hermanos... y si aún  estoy a tiempo de conocer a mi madre».
    
Fuente: http://www.laverdad.es/murcia/v/20110206/region/quereis-bebe-vuestro-20110206.html
 Fuente: http://www.laverdad.es/murcia/v/20110206/region/quereis-bebe-vuestro-20110206.html
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