La primera vez que le dijeron "sucia china" tenía seis años; no dijo lo que había ocurrido, pero entristeció
Es la niña más bella del mundo. Sus ojos almendrados enmarcados en una cara blanquísima le otorgan una sutil ternura, agudizada por un carácter tímido. "Es una niña con luz", dijo una vez su profesora, y esa luz nos acompaña intensamente. Es la princesa de casa, aún a medio camino entre las Barbies que decoran su habitación y su cuerpecito de 10 años alejándose de la infancia. Frágil, como todos los niños; feliz, como todos los niños amados; especial, como todos los hijos.
También ella, como mis otros hijos, es un caudal de felicidad que nos hace mejores personas. La primera vez que le dijeron "sucia china" tenía seis años. Estaba en casa de una amiga, y habían acudido juntas a una fiesta. No nos dijo lo que había ocurrido, pero entristeció mucho y tardamos en saber qué pasaba. Fue tiempo después, cuando volvió a oírlo, "bruja china", cuando lo explicó. "¿Por qué me dicen china, si no lo soy?", me espetó a bocajarro. Ni entendía el insulto, porque ella no había nacido en China, sino en Siberia, ni sabía por qué, de golpe, sus bellos ojos rasgados se convertían en la excusa para un insulto. Y nos costó explicárselo.
Hablamos con la escuela, tuvimos el apoyo de sus magníficos profesores, incluso en casa le enseñamos a una miss Universo japonesa, para que viera que tenía la suerte de poseer unos ojos hermosos, depositarios de su dulce mirada. Y atajamos el problema. No porque hayamos evitado que su diferencia se pueda convertir en blanco del desprecio, sino porque intentamos darle argumentos para quererse, reforzamos la autoestima e intentamos que supiera que quienes insultan o desprecian a otros niños por sus diferencias son más pobres de espíritu, más tristes y más débiles. Nunca más hemos tenido un problema con Ada, pese a que el mundo sigue siendo el mundo.
Denuncia Najat el Hachmi el insulto que ha sufrido su hijo, "moro de mierda", y lo hace con una frase de cabecera: "Ya está, ya ha sucedido". De entrada, mi cariño como madre. Lo pasé tan mal cuando ocurrió con Ada, que puedo imaginarme su enfado. Pero ¿era necesario convertirlo en un termómetro social? Entonces, cuando la niña con sobrepeso arrastra el "gorda" durante toda la escuela, ¿qué hacemos? Y cuando es un niño negrito, o lleva gafas o... Quiero decir que el insulto a la diferencia forma parte, por desgracia, del patio de escuela, y no es el resultado de una sociedad peor, sino de la sociedad de siempre. Debemos luchar contra ello y blindar a nuestros hijos, pero al final el mundo es tan débil como lo son sus prejuicios. De ahí que me parezca exagerado convertirlo en un paradigma de reinversión de valores en Catalunya. No lo creo. Es el insulto de siempre amplificado con la llegada de nuevas diferencias. Más allá de esta discrepancia con Najat, mi cariño desde este rincón del diario. Como madre, sé muy bien cómo se siente.
Fuente: http://www.lavanguardia.es/lv24h/20101009/54019774473.html
Es la niña más bella del mundo. Sus ojos almendrados enmarcados en una cara blanquísima le otorgan una sutil ternura, agudizada por un carácter tímido. "Es una niña con luz", dijo una vez su profesora, y esa luz nos acompaña intensamente. Es la princesa de casa, aún a medio camino entre las Barbies que decoran su habitación y su cuerpecito de 10 años alejándose de la infancia. Frágil, como todos los niños; feliz, como todos los niños amados; especial, como todos los hijos.
También ella, como mis otros hijos, es un caudal de felicidad que nos hace mejores personas. La primera vez que le dijeron "sucia china" tenía seis años. Estaba en casa de una amiga, y habían acudido juntas a una fiesta. No nos dijo lo que había ocurrido, pero entristeció mucho y tardamos en saber qué pasaba. Fue tiempo después, cuando volvió a oírlo, "bruja china", cuando lo explicó. "¿Por qué me dicen china, si no lo soy?", me espetó a bocajarro. Ni entendía el insulto, porque ella no había nacido en China, sino en Siberia, ni sabía por qué, de golpe, sus bellos ojos rasgados se convertían en la excusa para un insulto. Y nos costó explicárselo.
Hablamos con la escuela, tuvimos el apoyo de sus magníficos profesores, incluso en casa le enseñamos a una miss Universo japonesa, para que viera que tenía la suerte de poseer unos ojos hermosos, depositarios de su dulce mirada. Y atajamos el problema. No porque hayamos evitado que su diferencia se pueda convertir en blanco del desprecio, sino porque intentamos darle argumentos para quererse, reforzamos la autoestima e intentamos que supiera que quienes insultan o desprecian a otros niños por sus diferencias son más pobres de espíritu, más tristes y más débiles. Nunca más hemos tenido un problema con Ada, pese a que el mundo sigue siendo el mundo.
Denuncia Najat el Hachmi el insulto que ha sufrido su hijo, "moro de mierda", y lo hace con una frase de cabecera: "Ya está, ya ha sucedido". De entrada, mi cariño como madre. Lo pasé tan mal cuando ocurrió con Ada, que puedo imaginarme su enfado. Pero ¿era necesario convertirlo en un termómetro social? Entonces, cuando la niña con sobrepeso arrastra el "gorda" durante toda la escuela, ¿qué hacemos? Y cuando es un niño negrito, o lleva gafas o... Quiero decir que el insulto a la diferencia forma parte, por desgracia, del patio de escuela, y no es el resultado de una sociedad peor, sino de la sociedad de siempre. Debemos luchar contra ello y blindar a nuestros hijos, pero al final el mundo es tan débil como lo son sus prejuicios. De ahí que me parezca exagerado convertirlo en un paradigma de reinversión de valores en Catalunya. No lo creo. Es el insulto de siempre amplificado con la llegada de nuevas diferencias. Más allá de esta discrepancia con Najat, mi cariño desde este rincón del diario. Como madre, sé muy bien cómo se siente.
Fuente: http://www.lavanguardia.es/lv24h/20101009/54019774473.html
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