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Los hijos que pocos quieren

Para adoptar niños con 'necesidades especiales' no hay lista de espera en Cantabria

Ellos lo llaman 'necesidades especiales'. Es el término diario para referirse a los que suelen quedarse esperando. Algo así como los últimos de la fila. Niños con algo de lastre en sus espaldas a la hora de hacerse un hueco. Lo que, en la jerga del centro, llaman 'mochila'. «Los niños nacen sin carga y van acumulando algunas que hacen que sea un poco más difícil», explica Francisco Javier Dávila, jefe de servicio de Atención a la Infancia, Adolescencia y Familia. Son, aunque suene duro, los más difíciles de colocar.

En Cantabria, para adoptar a un bebé sin mochila, hay que esperar unos cinco o seis años. Hay más de doscientas familias apuntadas a una lista. Para estos niños no hay lista. Ni espera, salvo la suya.

¿Y qué hay en la mochila? Enfermedades, edad avanzada, vínculos familiares. No hay estadísticas, ni números exactos, ni porcentajes, pero siempre hay alguno.

Ahora mismo, la administración regional cuenta con dos niños con enfermedades graves y otros cuatro con problemas derivados de su edad. Por difícil que parezca, el segundo de los casos es más complicado. El acogimiento preadoptivo -la herramienta que se utiliza a modo de periodo de prueba antes de una decisión judicial definitiva- no fracasa nunca en el caso de las enfermedades. «Cuando uno adopta un niño con algún problema de salud sabe a lo que se enfrenta y lo hace para que ese niño sea su hijo», explica Dávila. Pero la edad es otra cosa. Niños más hechos. La nueva familia debe adaptarse a ellos y ellos a la nueva familia. Hay chavales que aún mantienen un fuerte vínculo con sus padres biológicos. La devolución es durísima (los responsables no suelen intentarlo más de dos veces), pero más para una pareja ilusionada. Por suerte, el 95% de los casos es satisfactorio. Hablar de devolución es extraño. Se puede decir que inexistente.

Acogimientos


Cuando la adopción no sale, el niño permanecerá en un centro o se optará por un acogimiento permanente (distinto a la adopción). Esta posibilidad permite al menor tener un hogar, pero sin perder el contacto con sus padres biológicos.

El acogimiento preadoptivo es un periodo de incertidumbres máximas. De un lado, el de la conexión entre la familia y su nuevo miembro. De otro, el de la confirmación definitiva de la adopción en los tribunales. Puede durar desde los seis meses hasta los cinco o seis años. Los padres biológicos no suelen poner trabas a la presencia de su hijo en un centro, pero cuando aparece una familia dispuesta a convertirse en papá y mamá, la cosa cambia. El resultado, la impugnación. Hay dos casos pendientes de decisión.

En el repaso al pasado reciente de Cantabria hay varias historias llamativas. Una parálisis cerebral, una grave fisura en el paladar, un niño al que le falta un ojo. «Tuvimos un chaval ciego que no se pudo adoptar», apunta Dávila con cierta rabia. Hubo también un crío con trastorno límite de la personalidad. Y hay relatos de esos que emocionan. Como el de dos niños con una experiencia similar. Estaban a punto de morir en un hospital. Los médicos no daban un duro por unos bebés nacidos sin esperanza. Alguien apuntó que tal vez el calor de un hogar. Dicho y hecho.

Pasaron un tiempo con una familia de acogida y ahora juegan como cualquier otro niño. Se recuperaron y fueron adoptados (por una familia que ni siquiera es la que les salvó la vida). Hay más casos de esos que devuelven el crédito en el ser humano. Algo casi imposible. Cuatro hermanos fueron 'colocados' en una familia. En la misma.

Hermanos es una palabra que siempre aparece al hablar de adopciones. ¿Qué hacer? «La norma es no separarlos, pero no caemos en el fanatismo de la sangre», explica Dávila. Hay que estudiar cada caso al milímetro. Por ejemplo, hijos de una misma madre, con distinto padre y sin apenas vínculo. O edades muy diferentes. Un dilema. Y es que, a veces, mantenerlos juntos es más un problema que una solución. Pero se intenta.

Decisiones comprometidas y cuestiones que influyen. El Sida fue una de ellas hace años. Las iniciales que aterrorizaron los noventa ya no son un caso paradigmático. La muerte segura ha pasado a ser una enfermedad crónica a la que los padres biológicos saben enfrentarse. Eso y el diagnóstico prenatal de enfermedades. Es uno de los factores que resta el crecimiento de las listas. Los embarazos están muy vigilados y los problemas se detectan muy pronto. Hay menos sorpresas. La legislación sobre el aborto hace el resto. En el otro extremo, una masa importante de población extranjera -muchas veces ilegal- que no sigue los procesos de control. Madres que dan a luz y, directamente, dan a sus hijos en adopción. Lo uno por lo otro.

Por todo, en Cantabria, es más lógico hablar de casos que de cifras. «Hablamos de patologías infrecuentes, en una comunidad con poca población y, por supuesto, el aborto influye mucho». «La gran mayoría -prosigue Dávila- se acaba adoptando y, si no es aquí, fuera». Si aquí no hay sitio, tal vez lo haya más allá.

En general, el proceso empieza con una notificación al Servicio de Atención a la Infancia. Una llamada del hospital porque quieren abandonar un niño,una falta de atención detectada por servicios sociales. Si hay un peligro inminente para el menor, se toman medidas de urgencia como la tutela automática. Si no existe peligro, se tramita un expediente y se propone la medida más adecuada. Desde que se quede en su casa, hasta que vaya a un centro o a una familia. En este último supuesto, se buscará, de entrada, la llamada familia extensa (abuelos, tíos.). De no ser posible la permanencia, se abren las puertas de la búsqueda de un hogar ajeno. Es el momento de hablar de adopción, de acogimiento y de trámites judiciales. Todos y cada uno de estos pasos pueden ser impugnados por los padres biológicos. No suele ocurrir, salvo al llegar al decisivo.

¿Y qué hay de las familias? Todas las que dan el paso requieren de un certificado de idoneidad. Después de rellenar la documentación, se elabora un informe con un apartado psicológico y otro social. En ese proceso se pregunta a los 'candidatos' si estarían dispuestos a adoptar grupos de hermanos, niños con alguna minusvalía, edad avanzada. Si hay respuestas afirmativas, se profundiza con un nuevo examen.

Estabilidad

No es fácil dibujar el retrato robot de una familia dispuesta a llevarse al niño con mochila. «Son normales». Pero hay puntos repetidos. Suelen tener cierta edad, la vida relativamente hecha, estabilidad. A este perfil se le pueden añadir nuevas casillas. Las leyes permiten desde el 2005 la adopción a parejas del mismo sexo. Aún no han tenido tiempo de 'llegar' a un recién nacido. Están en la sala de espera. Pero sí a alguno de estos niños con menos oportunidades. En Cantabria ya hay un caso. El sí en la casilla de 'necesidades especiales' es un ejercicio de reflexión. De los cinco o seis años de espera -de ahí la apuesta por la adopción internacional- a la nada. «Éstos no tienen lista de espera», dice Dávila. Y allí seguirán. Buscando arrancar y ponerse al día. Lo harán. Cuando les ayuden a cargar con su mochila.

Fuente : http://asociacionsafi.blogspot.com/2009/12/noticias-cantabrialos-hijos-que-pocos.html

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