¿Qué es el pie equinovaro?
¿Por qué se produce?
¿Cómo se diagnostica?
¿Requiere tratamiento?
¿De qué tratamientos disponemos?
¿Puede dejar secuelas?
El pie equinovaro, también llamado pie zambo, es una malformación congénita del pie en la cual éste aparece en punta (equino) y con la planta girada hacia adentro (varo). Su frecuencia es aproximadamente de 1 por cada mil niños, el 50% de los casos bilateral y es el doble más frecuente en niños que en niñas (figs. 1 y 2)
Fig. 1. Vista anterior | Fig. 2. Vista posterior |
Hoy en día su causa es aún desconocida y si bien existen numerosas teorías que pretenden explicar su origen, ninguna está totalmente probada.
Algunas de estas teorías hablan de una causa genética o familiar, otras, de una causa mecánica, por falta de espacio para la formación del feto durante el embarazo y otras, de una detención precoz en el crecimiento del pie que hace que sus huesos no lleguen a ocupar su posición y forma correcta.
Lo que sí se ha constatado, es que se trata de una malformación más frecuente en niños que sufren enfermedades neuromusculares, y aunque éstas son poco frecuentes es conveniente la correcta exploración para descartarlas.
Otra de las cosas que conocemos, es que la disposición de los huesos en el pie zambo es anómala y que la forma de cada uno de ellos tampoco es completamente normal, sobre todo por lo que hace referencia al astrágalo. Los ligamentos y músculos son demasiado densos y están demasiado tensos para permitir la colocación correcta de esos huesos con una manipulación simple.
El diagnóstico suele fácil tras el nacimiento, observando la forma del pie y comprobando que por manipulación no somos capaces de obtener una posición normal.
Se necesita experiencia para distinguirlo de otras malformaciones congénitas del pie como el astrágalo vertical congénito, y de algunas deformidades de mucho mejor pronóstico como el metatarsus adductus o el pie talo.
Dado que esta malformación congénita se produce durante los tres primeros meses de la gestación suele ser posible su visualización en el estudio ecográfico del feto de 20 semanas, por lo que cada día es más habitual el diagnóstico prenatal.
Por supuesto, y como antes se aplique mayor será la probabilidad de obtener buenos resultados y de evitar el tratamiento quirúrgico.
Si no tratamos el pie zambo la deformidad se instaura y se agrava con los años, de forma que al niño no le queda más remedio que andar con la cara externa del pie, no con la planta. El pie queda pequeño y totalmente girado hacia adentro y el calzado se convierte en algo imposible.
¿De qué tratamientos disponemos?
Lo más recomendado es empezar a tratar en los primeros días de vida, colocando unos yesos correctivos. Cuando el niño es tan pequeño sus huesos tienen mucha plasticidad y capacidad de remodelación, por lo que, tras la colocación de varios yesos aplicando una corrección progresiva podremos llegar a obtener un pie prácticamente normal.
El tratamiento consiste en la realización de manipulaciones suaves hasta obtener la mejor alineación posible y mantener esta posición con el vendaje de yeso (Fig. 3). Esta pauta se repite cada semana hasta lograr la corrección completa. Es fundamental la correcta limpieza y conservación de dichos yesos para que el bebé esté lo más cómodo posible.
Cuando hacia los dos meses no se ha logrado corregir el equino (posición de puntillas) es aconsejable una pequeña intervención: alargamiento percutáneo del tendón de Aquiles.
Fig. 3. Yesos correctores |
En los casos en que el niño sea demasiado mayor para tolerar los yesos o en los que no se consigue una corrección suficiente con ellos, se practicará el tratamiento quirúrgico, que será más o menos complejo en función del grado de la deformidad.
Consiste en una liberación de todas las estructuras que mantienen la deformidad, en la reducción de la postura hacia una situación anatómica y en la colocación de una aguja metálica a través de los huesos y un yeso para mantener la correción durante un período aproximado de 12 semanas.
Los resultados obtenidos al final del tratamiento generalmente son buenos, quedando como secuela más frecuente, un pie de menor tamaño, uno o dos números menor de lo normal. Si el niño tiene los dos pies afectos, no tiene importancia, pero si tiene sólo deformidad en un pie, sí se percibirá una leve asimetría.
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Comentarios
Tu blog va a servir de ayuda a mucha gente que se plantee el pasaje verde.
Besitos
mar
Un abrazo.