La vida de Tim Guénard fue un calvario hasta los 18 años. Con apenas tres años, su madre le abandonó atado a un palo de electricidad y con cinco años su padre le propinó una paliza que le destrozó física y moralmente.
Se trata del tercer ponente, tras Pablo Pineda y Sharon Blynn, del Congreso de Jóvenes con Valores «Lo que de verdad importa», organizado por Además Proyectos Solidarios.
Cuando salió del hospital pasó a un orfanato, donde todos los jueves los niños eran expuestos para que fueran adoptados. «Sólo los bonitos conseguían familia y como yo era feo nunca resulté elegido». De allí pasó a una casa de acogida, donde no recibió ningún trato amoroso, precisamente. «La vida que me había tocado me hizo ser susceptible. Si tienen a su alrededor a alguien susceptible, tiéndanle una mano, necesita ayuda», ha aconsejado Guénard a los presentes.
Era un crío complicado y los profesionales de la salud mental le enviaron a un psiquiátrico. Una vida ligada a la delincuencia le dirigió hasta un correccional, de donde escapó para vivir en la calle. «Durante todo ese tiempo soñaba con matar a mi padre», ha confesado. Pasado un tiempo, volvió a la cárcel. Volvió a escapar. Por su mente pasó la idea de quitarse la vida, pero desistió. «Si estoy vivo es por un hombre que me miró de una forma diferente a la que nadie me había mirado. Un modo especial y bonito. No conozco su nombre, sólo sé que desde ese día decidí volver a vivir y luchar. Algo cambió en mí». «Gracias a los capaces de dar calor a los que tienen mucho frío».
El «gran jefe»
Era un crío complicado y los profesionales de la salud mental le enviaron a un psiquiátrico. Una vida ligada a la delincuencia le dirigió hasta un correccional, de donde escapó para vivir en la calle. «Durante todo ese tiempo soñaba con matar a mi padre», ha confesado. Pasado un tiempo, volvió a la cárcel. Volvió a escapar. Por su mente pasó la idea de quitarse la vida, pero desistió. «Si estoy vivo es por un hombre que me miró de una forma diferente a la que nadie me había mirado. Un modo especial y bonito. No conozco su nombre, sólo sé que desde ese día decidí volver a vivir y luchar. Algo cambió en mí». «Gracias a los capaces de dar calor a los que tienen mucho frío».
El «gran jefe»
Tim cuenta que Dios, al que denomina como «gran jefe», le ha dado muchos regalos. Esos regalos se traducen en personas que le han aportado las ganas de seguir hacia adelante a través del amor y la religión: un mendigo, un policía, una jueza, un magrebí, un padre amoroso con su hijo. «Soy un ladrón porque me he dedicado a robar todo lo bueno de las personas creyentes y bondadosas. Mi mayor hurto es el amor, sobre todo el de su mujer -con la que lleva 30 años casado-, sus hijos y el gran jefe».
Durante toda la vida soñó con tener una familia. «Sentía envidia y celos de los niños que la tenían», ha señalado Guenard, que ha asegurado que lo que hace florecer los países «no es la economía, sino el amor de las familias. No hay que soñar con dinero, sino con sentimientos».
Dice haber perdonado a su padre, aunque lo primero «es perdonarse a uno mismo cosas que no ha elegido vivir». Ahora es apicultor. Vive en la montaña y allí tiende la mano a muchos jóvenes con problemas que recibe. «Hoy me digo: soy hijo del alcohol, nieto del alcohol, bisnieto, pero no sigo las raíces de mi familia porque no quiero que mis hijos digan lo mismo. Hay que joder al destino».
Además, no ha perdido la oportunidad de lanzar un mensaje a los jóvenes: «No deben temer el futuro. Si algo hoy no es bonito, ya lo será adelante. Lo importante es saber escuchar. No hay que tener miedo de la juventud ni a tener grandes ambiciones. Deseo a todos los jóvenes que tengáis grandes sueños». Pese a todo lo vivido, terminó el discurso diciendo «gracias, papá y mamá».
Fuente : http://www.abc.es/20091112/sociedad-/guenard-sonar-dinero-sino-200911121913.html
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