Estímulos o Castigos
“Los niños tienen más necesidad de estímulo que de castigo” (Fenelón).
Creer que existen en realidad las buenas disposiciones es crearlas y aumentarlas.
La idea del juicio o de la opinión que de ellos se tiene desempeña en el niño un papel importante en la elaboración de esa urdimbre psicológica en la que bordan cada día sus actos pensamientos y un poco de su vida.
Quien se persuade de que es incapaz de una cosa, pronto se hace efectivamente incapaz.
No es malo que el niño tenga confianza en sí. Vale más, en definitiva que lo tenga en exceso que con escasez. El “yo soy más” es mejor estimulante que el “yo no sirvo para nada” o “yo no conseguiré nada”.
El niño es esencialmente sugestionable. Si se le dice sin cesar que es torpe, egoísta, embustero, etc., se le hunde, se le hace decaer de tal manera que no podrá salir de allí.
Mucho más sana es la sugestión, inversa, que consiste en repetir con obstinación un niño atacado de tal o cual defecto que tiene en verdad algunas manifestaciones del mismo, pero que está en camino de curarse.
Nada desanima tanto como la indiferencia: “Después de todo, no has hecho más que tu deber”. “Puesto que nada te digo, es que está bien”. El niño necesita algo más. ¡Es tan feliz cuando ve que le miman y aprueban aquellos quienes estima y ama!
La confianza facilita la acción; la desconfianza suscita el deseo de hacer mal. No hay que temer en demostrar a los niños nuestra confianza en sus posibilidades. A veces será este el mejor medio para que aparezcan algunas cualidades, todavía adormecidas. Recordemos la observación de Goethe, aplicable a los niños y a los hombres: “Si consideramos a los hombres como son, los haremos ser más malos; si los tratamos como si fueran lo que deberían ser, los conduciremos a donde deben ser conducidos.
Fuente : http://josepeguero.net/2009/11/los-ninos-tienen-mas-necesidad-de-estimulo-que-de-castigo/
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