En el mundo mueren 105 personas cada minuto… ¡Cuánto dolor! Y mayor es el dolor cuanto menor sea la apertura a esta experiencia. Hoy la muerte es el gran tabú de nuestro mundo. ¡No sabemos ni siquiera cómo enfocar el tema! Y la realidad es que si profundizáramos aunque sólo fuera un poquitín más en esta realidad, multiplicaríamos la intensidad de nuestra vida y la de los niños.
Afrontar la muerte para incorporarla a nuestra vida nos hace vivir con más intensidad, con más sensibilidad, con más belleza… qué curioso ¿no? La muerte da valor a la vida, a lo que hacemos, a lo que somos… invita al amor. Y nosotros nos empeñamos en evitar esta sensación, para nosotros adultos y más aún para nuestros hijos creyendo protegerles.
Los niños de entre 3 y 9 años viven la muerte como la viven sus padres. Unos padres bloqueados por la muerte, dejarán en sus hijos esa huella, aunque no hablen de ello. Los niños lo aprenden como por ósmosis. Este contexto debería revisarse, por la salud de todos. Pero en cualquier caso, cuando un niño pregunta acerca de la muerte, cuando saca el tema, cuando un día hablando del abuelito pregunta si no lo va a volver a ver hay que darles una respuesta sincera, la que nosotros creamos verdadera (si sienten que no se les dice la verdad, se asustarán y se imaginarán lo peor). No debemos adelantarnos en el ofrecimiento de datos, pero tampoco negarle información -desde su óptica, no desde la del adulto-. Lo que ocurre es que a menudo en este contexto hay un desfase: que el niño pregunta y que el adulto aún no tiene clara su postura frente a la muerte… y frente a la vida.
Se puede recurrir al extravío de un peluche o de un juguete para cultivar actitudes para una vida más consciente (imagen: usuario de Flickr).
Dice el profesor de educación Agustín de la Herrán: “la cultura que no valora la muerte, no valora la vida (…) y el tabú que envuelve este tema se refleja ineludiblemente en la educación como si así estuviéramos protegiendo a los niños/as cuando lo que realmente estamos haciendo es impedir que se vayan enfrentando “a pequeñas dosis” a las situaciones difíciles o críticas por las que, ineludiblemente, todos pasamos más tarde o más temprano. Llevar esto a la educación no es nada más que facilitar el espacio para que los alumnos expresen en momentos de sufrimiento, dolor o fracaso”.
Este puede ser un buen momento para retomar la tarea.
P.D. Cinco apoyos para hablar de la muerte con los niños:
En la vida cotidiana pueden darse (o provocarse) situaciones que ayuden a ir cultivando actitudes para una vida (y una muerte) más consciente (hay quien dice que uno muere como vive…). Ponemos aquí unos ejemplos prácticos.
- Ciclos vitales a partir de semillas: cultivar con ayuda del niño una planta de temporada, explicitando sus ciclos vitales.
- Pérdidas parciales: el extravío de un peluche, un juguete, cambio de casa en los mayores…
- El paso del tiempo: visitar unas ruinas o un yacimiento arqueológico…
- El cine: ver juntos El rey león reforzando que en la película se ofrece la confianza como un desenlace (tras desarrollar la independencia y la búsqueda de la felicidad, entre otros)
- Experimentos: quien crea en la vida después de la muerte, puede utilizar el agua/cubitos de hielo/agua para hablar del cambio de estado sin perder la esencia.
Comentarios