En los disturbios fallecieron 197 personas y hubo más de 1.700 heridos según cifras oficiales.
Cuando se cumple un año de los disturbios entre la etnia uigur y la han en la provincia noroccidental de Xinjiang que dejaron casi 200 muertos y más de 1.700 heridos, Amnistía Internacional (AI) publica un informe en el que pide al Gobierno chino una investigación independiente sobre lo sucedido.
Los hechos ocurrieron el 5 de julio de 2009 en la ciudad de Urumqi, capital de la provincia conocida por ser paso de la Ruta de la Seda y por sus importantes yacimientos energéticos, además de ser el corazón de la minoría uigur, una etnia de origen turco que practica la religión musulmana.
Cientos de uigures protestaron aquella la tarde en una céntrica plaza por la muerte de dos trabajadores de la misma etnia en una fábrica de Shaoguan en la provincia de Guandong, pero lo que comenzó como una simple protesta tomó tintes violentos y se convirtió en el peor episodio de violencia étnica en China en las últimas décadas.
En total, según cifras oficiales, fallecieron 197 personas, de los que sólo 10 fueron uigures, un dato que no comparten otras fuentes no oficiales y organizaciones no gubernamentales, quienes afirman que murieron más.
“Iba a ser una manifestación pacífica para exigir que el Gobierno actuase (en el incidente de Shaoguan) y para pedir la igualdad y que los uigures disfruten de los mismos derechos (que los demás en China)”, asegura un estudiante universitario de 20 años citado por AI.
Pero aunque al día siguiente las autoridades dijeron tener la situación bajo control, lo cierto era que seguían las protestas, las detenciones arbitrarias, el uso excesivo de la fuerza y las palizas en Urumqi y en otras ciudades de alrededores, según denuncia el informe titulado “Justicia, justicia. Las protestas de julio de 2009 en Xinjiang, China”.
“(La policía) golpeó a la gente alrededor de las rodillas. Rodearon a la gente, los golpearon con porras hasta que se cayeron y luego los arrastraron hasta los vehículos policiales. Ví más detenciones de las que podía contar”, afirma un joven de 26 años de visita en Urumqi durante las protestas y citado en el informe de AI.
Las autoridades llegaron a detener a 1.400 personas en registros casa por casa buscando a los participantes en las manifestaciones y a los sospechosos de haber cometido actos delictivos violentos, de los que 26 ya han sido condenados a muerte y nueve incluso ya ejecutados.
Para muchos uigures, que tienen en su líder a Rebiya Kadeer, exiliada en Estados Unidos y candidata al Premio Nobel en numerosas ocasiones, se trató de una explosión del rencor acumulado, la represión gubernamental y la discriminación que fomenta Pekín contra los uigures en los últimos años.
“Mi pueblo ha estado sufriendo enormemente a manos de las autoridades chinas desde hace décadas y desde el 5 de julio 2009, el sufrimiento incluso ha alcanzado nuevas alturas”, dijo Kadeer, en un llamamiento a que los uigures en el exilio en todo el mundo y sus partidarios recuerden y honren las perdidas humanas de hace un año.
“Esperamos que más gobiernos y más personas en todo el mundo respondan a nuestras peticiones de ayuda y que su compasión y la humanidad no se vea comprometida por el poder económico y político de nuestro opresor”, añadió la líder.
Varios personas cruzan una calle en Urumqi (Rita Álvarez Tudela).
Entre las prácticas usadas por China que denuncian los uigures se encuentran las restricciones a la libertad religiosa, las estrategias de desarrollo para que los han emigren a Xinjiang con ventajas fiscales y las políticas lingüísticas que están haciendo del mandarín la única lengua en las escuelas.
Mientras, las autoridades chinas denominaron los disturbios “violencia premeditada” y culparon de los hechos a los grupos de uigures en el extranjero, como es el caso del Congreso Mundial Uigur, una institución que promueve los derechos del pueblo uigur y que preside la citada Kadeer, de 63 años y madre de 11 hijos, quien estuvo en una prisión china antes de su exilio en 2005.
La agencia oficial Xinhua presentó los hechos como la unión de “las tres fuerzas del terrorismo, el separatismo y el extremismo que estaban trabajando de nuevo”.
Para esclarecer los hechos, AI subraya a las autoridades chinas que es imperativo permitir una investigación independiente e imparcial sobre los acontecimientos de julio de 2009 en Xinjiang, incluido el pleno acceso a las escenas de los enfrentamientos, los testigos y lo detenidos.
Pero desde Pekín, apuestan como respuesta a las protestas por el desarrollo económico de Xinjiang, destinando más de 10.000 millones de yuanes (unos 1.120 millones de euros) para un plan de desarrollo de esta región autónoma.
Además, de dar un fuerte impulso bajando los precios de los billetes de avión y aumentando los servicios de tren a Urumqi, que llevan con frecuencia a delegaciones gubernamentales, a hombres de negocios y a turistas de otras regiones chinas.
Las autoridades aseguran que la tasa de ocupación hotelera se sitúa en los últimos seis meses a un mínimo del 60 por ciento gracias a las citadas directrices.
La obsesión por el control y mantener la seguridad llevó también a varios cortes de comunicación en la noche del 5 al 6 de julio, como los mensajes de texto y los servicios de llamadas internacionales para apagar la revuelta rápidamente y prevenir que la violencia se propagase a otros lugares.
Un hombre sentado en la entrada de su negocio en Urumqi (Rita Álvarez Tudela).Ahora, poco a poco la situación recupera la normalidad, ya que desde enero de 2010 se pueden volver a mandar mensajes, pero tan sólo 20 al día para evitar la convocatoria de las masas; los servicios de email fueron parcialmente restaurados en febrero; mientras que Internet no volvió a poder usarse hasta el 14 de mayo de 2010, aunque sigue limitada la consulta de algunas webs.
Pero todo es poco para mantener la estabilidad social que desea el Partido Comunista Chino (PCCh) en esta región y evitar así que vuelvan a repetirse más protestas e incidentes y que Xinjiang se convierta en un nuevo foco de denuncia internacional como ocurre en el Tíbet.
Para ello, la última medida puesta en marcha fue la instalación de cerca de 40.000 cámaras de vigilancia de alta definición para proteger posibles disturbios en 4.000 lugares públicos, incluyendo las calles de la ciudad, autobuses, escuelas y centros comerciales, según informó un portavoz de Urumqi.
fUENTE: http://periodismohumano.com/en-conflicto/un-ano-de-las-protestas-en-xinjiang.html
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