jueves 13 de agosto de 2009 (PUBLICADO EN BLOG : http://africaenelmundo.blogspot.com/2009/08/adoptar-con-conciencia.html)
Hace dias que unos amigos han vuelto de Etiopía con su hija, adoptada allí. En su viaje estaban acompañados de otras familias con las que compartían la experiencia de ir a buscar a su hijo a Addís Abeba. Mis amigos salieron del hotel, disfrutaron la ciudad, y de sus calles y mercados, se relacionaron con los etíopes, con los niños de la calle.Visitaron orfanatos, comieron su comida e intentaron comprender sus costumbres, su forma de vida, acercarse a su cultura, a su dura realidad, la que había sido, hasta ahora, la realidad de su nueva hija.El resto de las familias pasaron su estancia en Addís practicamente recluidos en el hotel. La agencia de adopción les había advertido de los peligros de la ciudad, por lo que algunos sólo cruzaron el umbral de la puerta del hotel para las gestiones imprescindibles de la adopción. Fuera, decían, no había más que chabolas. Fuera, decían, corrían el peligro de ser atacados o violados de inmediato nada más salir a la calle. Tampoco debían fomentar la mendicidad, les había dicho la agencia, ni dejar nada en el orfanato, aunque sí en la casa de acogida de la agencia, claro está. Por tanto esas familias no dedicaron ni un segundo a ayudar a nadie, al fin y al cabo ellos iban a recoger a sus hijos. Y punto.
Mi amiga se entristeció por esas injustas palabras, lloró de rabia e impotencia. Era el país de sus nuevos hijos, una realidad innegable que las otra familias no querían conocer y que, probablemente desde la más absoluta ignorancia, incluso despreciaban.
Muchos adoptantes pasan la espera documentándose sobre el país de origen de sus hijos, leyendo, informándose sobre su cultura; algunos incluso aprenden unas palabras en el idioma del país de origen. En el caso de mi amiga, la mayoría no habían visto una cruz ortodoxa ni en fotografía, en definitiva: no se habían molestado en saber ni dónde quedaba Etiopía en el mapa.
La adopción de un hijo conlleva grandes responsabilidades, y la internacional muchas más, porque nos vincula de por vida al país de origen de nuestros hijos. Hay que ser consciente de que el niño tiene una historia previa que no se puede borrar de un plumazo, que es obvio que su origen es otro y más obvio aún que hay que respetarlo, intentar comprenderlo y si es posible, mantener vínculos de afecto. Quien no lo entienda quizás debería plantearse las cosas.
Addís Abeba es una ciudad segura y los etíopes amables y hospitalarios; no me cansaré de repetirlo por mucho que a algunas agencias de adopción y a sus representantes les interese decir lo contrario para seguir alimentando su negocio, sus comisiones con hoteles y taxis que cobran tarifas de escándalo a los adoptantes, aprovechándose muchas veces de su ignorancia o falta de iniciativa, y presionándolos en ocasiones para alojarse en determinados hoteles y tramitar el vuelo con determinadas agencias de viaje que a su vez actúan en connivencia con las agencias de adopción. Puro negocio.
Addís Abeba no conlleva mayor peligro que cualquier otra ciudad del mundo. Quizás esos padres que tanto despreciaron las chabolas de su alrededor, que ignoraron a los niños y a los mendigos, que se encerraron en la jaula de cristal de su hotel sin querer saber, haciendo oídos sordos a la realidad de la ciudad...no son conscientes de que sus hijos proceden de ahí mismo, de la pobreza más absoluta, de la enfermedad, de la injusticia misma: de las mismas chabolas que veían desde su ventana. O quizás sí son conscientes de ello y prefieren ignorarlo.
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