Mendoza | Tiene 43 años y actualmente vive en Rivadavia provincia de San Juan en Argentina. Dice que no tiene resentimientos con sus padres adoptivos.
Enlace video : http://mms.diariouno.net.ar/buscador/mp-3.14.swf
“A mí me vendieron cuando nací”. Tan cruda como retumba en los oídos, esta frase sintetiza la realidad a la que se enfrentó Osvaldo Salinas al enterarse de detalles de sus orígenes como persona.
Con las repercusiones del descubrimiento de una banda con sede en Guaymallén que, según los primeros avances investigativos, vendía recién nacidos y provocaba abortos aún calientes, las heridas que están cicatrizando en el interior de Osvaldo volvieron a abrirse.
“Es doloroso enterarse de una noticia así, aunque yo sé que esto pasa todos los días en todos lados del país”, pronunció ante Diario UNO cuando todavía no se recuperaba del impacto de remover la historia en su cabeza para contarla.
“Nací en 1966 en Carmen de Patagones, provincia de Buenos Aires. Mis padres biológicos eran de Viedma (Río Negro) y el hombre que me compró me entregó a un hermano de Rivadavia, que no podía tener hijos”. Salinas cree que ésa es su historia tras buscar en el pasado desde hace más de siete años, cuando confirmó que el matrimonio con el que creció no tuvo nada que ver en su concepción.
Osvaldo es soltero, vive en Rivadavia, es profesor de Ciencias Políticas y trabaja en la Legislatura provincial. Dice que no tiene resentimientos ni nada que recriminarles a sus padres adoptivos, quienes “me malcriaron de tantos gustos que me dieron”, reconoce.
No obstante, “hubiese preferido toda la vida que me dijeran la verdad. Por lo que pude reconstruir, un hermano de mi papá adoptivo fue el que me compró y como mis padres no podían tener hijos, terminé con ellos en Rivadavia”, sostuvo.
El hombre, de 42 años, contó su particular historia a este diario con el fin de “que la gente sepa que estas cosas existen. En el país hay entre tres y cuatro millones de personas privadas de identidad, es un problema mucho más habitual de lo que se cree”.
Y agregó: “Mi mamá adoptiva murió en el ’89 y mi papá, en el ’91. Yo siempre sospeché que no era hijo de ellos, pero hasta sus últimos días me lo negaron. Viví con la duda hasta que hace unos siete años un amigo de mi papá me contó la verdad”.
En 2005 Osvaldo viajó a Viedma para tratar de descubrir su historia con algunos datos sobre los rasgos físicos de su presunto padre biológico. En la ciudad rionegrina se encontró con un hombre que muy parecido a él y tras atar algunos cabos concluyó que podía ser su hermano. Hasta ahora el rivadaviense no se animó a practicarse un ADN “porque tenía miedo de que no fuera mi hermano”. No obstante, ayer sostuvo que “ya estoy aceptando la idea de hacer el peritaje”.
Desde que se enteró de su pasado, Osvaldo se acercó a ONG vinculadas a la prevención y la lucha contra el tráfico de bebés.
Su testimonio llegó a UNO en medio de la polémica generada por el desmantelamiento, en Guaymallén, de una clínica clandestina en la que se practicaban abortos y se comercializaban recién nacidos, de acuerdo con las pistas adjuntadas en la primera etapa de una investigación que incluyó la participación de la Policía Federal (ver página 7).
Los padres de Osvaldo adoptaron a otro chico, aunque de una forma distinta. “Él tenía 12 años cuando lo llevaron a la casa, siempre supo que era adoptado”, describió.
Actualmente, “(con ese hombre) no tenemos mucha relación, no estamos peleados pero tampoco nos frecuentamos”.
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“A mí me vendieron cuando nací”. Tan cruda como retumba en los oídos, esta frase sintetiza la realidad a la que se enfrentó Osvaldo Salinas al enterarse de detalles de sus orígenes como persona.
Con las repercusiones del descubrimiento de una banda con sede en Guaymallén que, según los primeros avances investigativos, vendía recién nacidos y provocaba abortos aún calientes, las heridas que están cicatrizando en el interior de Osvaldo volvieron a abrirse.
“Es doloroso enterarse de una noticia así, aunque yo sé que esto pasa todos los días en todos lados del país”, pronunció ante Diario UNO cuando todavía no se recuperaba del impacto de remover la historia en su cabeza para contarla.
“Nací en 1966 en Carmen de Patagones, provincia de Buenos Aires. Mis padres biológicos eran de Viedma (Río Negro) y el hombre que me compró me entregó a un hermano de Rivadavia, que no podía tener hijos”. Salinas cree que ésa es su historia tras buscar en el pasado desde hace más de siete años, cuando confirmó que el matrimonio con el que creció no tuvo nada que ver en su concepción.
Osvaldo es soltero, vive en Rivadavia, es profesor de Ciencias Políticas y trabaja en la Legislatura provincial. Dice que no tiene resentimientos ni nada que recriminarles a sus padres adoptivos, quienes “me malcriaron de tantos gustos que me dieron”, reconoce.
No obstante, “hubiese preferido toda la vida que me dijeran la verdad. Por lo que pude reconstruir, un hermano de mi papá adoptivo fue el que me compró y como mis padres no podían tener hijos, terminé con ellos en Rivadavia”, sostuvo.
El hombre, de 42 años, contó su particular historia a este diario con el fin de “que la gente sepa que estas cosas existen. En el país hay entre tres y cuatro millones de personas privadas de identidad, es un problema mucho más habitual de lo que se cree”.
Y agregó: “Mi mamá adoptiva murió en el ’89 y mi papá, en el ’91. Yo siempre sospeché que no era hijo de ellos, pero hasta sus últimos días me lo negaron. Viví con la duda hasta que hace unos siete años un amigo de mi papá me contó la verdad”.
En 2005 Osvaldo viajó a Viedma para tratar de descubrir su historia con algunos datos sobre los rasgos físicos de su presunto padre biológico. En la ciudad rionegrina se encontró con un hombre que muy parecido a él y tras atar algunos cabos concluyó que podía ser su hermano. Hasta ahora el rivadaviense no se animó a practicarse un ADN “porque tenía miedo de que no fuera mi hermano”. No obstante, ayer sostuvo que “ya estoy aceptando la idea de hacer el peritaje”.
Desde que se enteró de su pasado, Osvaldo se acercó a ONG vinculadas a la prevención y la lucha contra el tráfico de bebés.
Su testimonio llegó a UNO en medio de la polémica generada por el desmantelamiento, en Guaymallén, de una clínica clandestina en la que se practicaban abortos y se comercializaban recién nacidos, de acuerdo con las pistas adjuntadas en la primera etapa de una investigación que incluyó la participación de la Policía Federal (ver página 7).
Los padres de Osvaldo adoptaron a otro chico, aunque de una forma distinta. “Él tenía 12 años cuando lo llevaron a la casa, siempre supo que era adoptado”, describió.
Actualmente, “(con ese hombre) no tenemos mucha relación, no estamos peleados pero tampoco nos frecuentamos”.
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