Extraído del libro « Peau à peau, technique et pratique du portage », de Ingrid van den Peereboom, éditions Jouvence. Traducción y fotos de Red Canguro.
Del placer y de la paz
El bebé crea un vínculo con sus padres a través del tacto, el primero de los sentidos que llega a su madurez en el útero de la madre, pero también a través de la mirada y de los demás sentidos. Observemos ahora algunas situaciones que ilustran perfectamente la riqueza que nos ofrece el llevar a los bebés, además de sus ventajas prácticas.
Portabebés y adopción
En el marco de una adopción, el ser llevado cuerpo a cuerpo constituye para el niño y sus padres la ocasión de crear los vínculos fundamentales para el futuro de su relación, de descubrir en sí mismos el instinto materno o paterno y segregar oxitocina, la hormona del amor.
Pero en Occidente, la relación madre-hijo no la simboliza el portabebés. Al contrario, se acompaña de una gran cantidad de instrumentos de puericultura con, en cabeza, el imponente, el majestuoso, el ineludible carrito. Su lugar es tan importante en las referencias colectivas europeas que pocas personas pueden concebir esta relación parental sin la correspondiente panoplia o colección de accesorios. Y sin embargo, estos utensilios provocan y mantienen la separación de forma insidiosa. A largo plazo, es fundamental que el niño y los padres estén unidos por un fuerte vínculo. Es necesario fomentar a toda costa esta relación vital. Una de las primeras maneras de conseguirlo es la proximidad padres-hijo o hija.
Vidal Starr Clay se interesó por las interacciones táctiles madre-hijo en los Estados Unidos: “La cuestión es saber si la cantidad y las formas de estimulación táctil y de contactos que las madres americanas ofrecen a sus bebés y a sus hijos más mayores se corresponden con sus necesidades fisiológicas y emocionales”. “Debemos responder negativamente…” Clay ha constatado en varias ocasiones que los contactos táctiles entre la madre y el hijo de baja edad (antes de la adquisición del habla) revelan a menudo la necesidad de darle cuidados y una educación, más que simplemente expresarle amor y afección. Las prácticas impersonales de educación de los hijos que durante largo tiempo han estado de moda en los Estados Unidos implican una ruptura precoz de los vínculos madre-hijo y la separación de la madre y del niño por biberones, ropa, mantas o arrullos, carricoches, cunas y otros objetos materiales”.
Cualquiera que sea el nacimiento y la historia de un niño, no es suficiente con ocuparse de él de un modo distante para que se tejan los lazos más íntimos. El tipo de relación es determinante para el vínculo en formación. El contacto en movimiento y las numerosas sensaciones que le permiten realizar intercambios favorecen la relajación, la curación, el alivio de las tensiones ligadas tanto a la historia del niño como a la de los padres infértiles. Llevar en portabebés es una práctica que favorece los vínculos padre-hijo y el apego del niño por las personas que lo aman y a las que él ama, mejor que por objetos de su entorno.
La colaboración con un organismo belga de ayuda a la adopción nos ha permitido medir de cierta manera la importancia del capazo o del carricoche para los nuevos padres. Después de haber sido privados del embarazo, y tras el reencuentro con el bebé, pasan por la utilización del carrito, símbolo de la expresión de la maternidad anclada en Occidente desde hace un buen siglo. En vista del reencuentro con su hijo adoptado, los padres invierten, pues, en un increíble carrito. Este niño no tiene ya el cuerpo de un recién nacido, se alimenta de sólidos y juega de forma autónoma. Ha aprendido a no pedir demasiado el contacto.
Geneviève, responsable de este organismo y mamá adoptiva, alienta a estos padres a ocuparse de sus hijos de un año o más como si fueran recién nacidos, a llevarles sobre el vientre favoreciendo el apego. Les sugiere autorizarse a ellos mismos y a su pequeño un “embarazo reparador” por medio de un portabebé resistente y envolvente: El fular. Portar a su hijo puede permitirles conocerse verdaderamente, anclar este nuevo amor en sus cuerpos respectivos (la asociación Piel con Piel propone talleres para aprender a portar)(1). El niño rechazará, quizás, en un primer momento el acurrucarse en el busto del porteador y conseguirlo puede llevar su tiempo.
Pero el reencuentro es posible. Geneviève nos da ideas sobre el papel de portar en el proceso de la adopción: “Lo esencial de portar que debemos destacar en el marco de la adopción es la creación de vínculos. [...] Demasiados padres subestiman la primitiva herida del niño adoptado. Si hay adopción, ha habido abandono. Separado de su madre biológica, más tarde de los puntos de referencia institucionales en los que ha podido encontrar la fuerza para sobrevivir, el niño tiene un gran sufrimiento, está desarmado y profundamente conmocionado. El transplante debe agarrar, y para ello debemos darle el terreno necesario. Hace falta tiempo, amor y sobre todo mucha paciencia.
A veces es muy difícil para los padres vivir los primeros días o meses con un niño adoptado. Una filiación de adopción no es una filiación biológica. Los padres están muchas veces en condiciones difíciles, lejos de todo, lejos de ellos, en un ambiente raramente óptimo para la acogida de un niño. En tres minutos, les ponemos un niño en los brazos, y a menudo el pequeño no está en unas óptimas condiciones de higiene comparables a las nuestras (olor, piojos, sarna), a veces incluso están enfermos [...] Un niño adoptado tiene necesidad de regresar, de retroceder para consolidar de nuevo sus cimientos. Tiene la necesidad de revivir con sus padres adoptivos las etapas perdidas. Necesita sentir de nuevo el calor y la intimidad para descubrir un estado de bienestar. Estos gestos de maternidad y paternidad son los gestos constructores que estimulan las partes más instintivas y primitivas del cerebro. Está probado que el hecho de responder a estas necesidades calmará las heridas. Portar permitirá al niño sentirse en confianza en una maternidad primaria y favorecerá el contacto visual, esa mirada esencial en la construcción de la díada.
A veces es difícil para ciertos padres lanzarse a llevar a sus hijos. La adopción llega muy a menudo después de una multitud de fracasos y de duelos dolorosos. “Las mamas tienen falta de confianza en sí mismas, tienen ganas de confundirse con la “masa” y, como todas, sueñan con el carrito que van por fin a poder utilizar.”
Geneviève me ha enseñado que esos niños tienen ante todo la necesidad de ser llevados envueltos, de cara a sus padres, como recién nacidos, aunque tengan uno o dos años y que puedan andar por sí mismos en el momento del encuentro, a fin de que nazca el lazo (vínculo) que dé gusto a la vida de estos niños sin raíces.
El apego puede nacer en la mirada que el padre posa sobre su hijo, con independencia del niño. Esta mirada forma parte de las necesidades esenciales en el desarrollo del niño: La necesidad de verse en la mirada de sus padres.
Veo aquí un vínculo con el trabajo de Édith Thoueille. Puericultora en el Instituto de Puericultura de París, enseña a madres invidentes a llevar una mirada sobre sus hijos. Si ellas no pueden verle, ellos si tienen la felicidad de ver a su mama mirarles. Ellas aprenden a girar su rostro hacia sus hijos, a seguirles, a ser su espejo.
http://redcanguro.org/2009/08/22/portabebes-y-adopcion-por-ingrid-van-den-peereboom/
Comentarios