Fotos PABLO M. DÍEZ
María se llama en realidad Duan Fei y no ha nacido en las cuevas del Sacromonte «granaíno» sino en Harbin, una gélida ciudad del norte de China cercana a la frontera con Rusia.A sus 35 años, María, que antes ya tenía experiencia artística, pues formaba parte de la Compañía de Baile Oriental, es una de las veinte alumnas del Centro Flamenco de Pekín, que abrió sus puertas a principios del pasado mes de julio y es la primera academia especializada en este arte tan típicamente español que funciona en China.
Detrás de la escuela se encuentra la Fundación Promocultural Hispano-china, fundada por Wen Bin, un empresario afincado desde hace ya veinte años en España que pretende con esta iniciativa establecer un puente para estrechar las relaciones entre ambos países. Auténtico enamorado de la cultura española y del flamenco, Wen Bin ha traído hasta China famosas compañías de danza, como la de Aida Gómez o Cristina Hoyos, y hasta películas y series de televisión nacionales, como «Farmacia de guardia».
De Gades a Pekín
Para su última iniciativa, el Centro Flamenco cuenta como profesora con Azucena Villena, una veterana «bailaora» que ha formado parte de la compañía de Antonio Gades y del Ballet Nacional y que incluso aparecía en la película «Bodas de sangre», de Carlos Saura. Tras una larga carrera, Azucena ha aprovechado las vacaciones en su academia de Rivas-Vaciamadrid para enseñar todo su arte en Pekín ayudada por la traductora mallorquina Ángela Buades.
«Yo ya había ido de gira a Japón y Hong Kong, pero estoy muy sorprendida con las alumnas chinas, que son muy listas y están dando las clases con mucha afición y unas ganas de aprender tremendas», explica a ABC Azucena, quien destaca «el carácter disciplinado y trabajador» de sus pupilas.
«Las alumnas chinas tienen mucha afición y son muy disciplinadas y trabajadoras»
Gracias al flamenco, a María ya le ha picado el «gusanillo» para visitar España, «sobre todo Barcelona, Madrid y Andalucía», donde le gustaría asistir a algún espectáculo en un «tablao». Pero, además de por afición, María se plantea el flamenco como una salida profesional para el futuro, ya que no descarta convertirse en profesora y abrir su propia academia una vez acabada su carrera como bailarina.
Más pasional es, en cambio, Manolo, como se hace llamar en castellano Wang Jun. Hace ya una década, este ex militar de 56 años vio en la televisión un programa sobre el flamenco y se emocionó. «Me gustó tanto que empecé a aprender mediante vídeos y libros, ya que se trata de un baile muy particular que deja espacio para que el individuo se exprese libremente con su cuerpo», recuerda Manolo, quien incluso ha estudiado un poco de castellano y está deseando viajar a Madrid y Andalucía para oír el «cante jondo» gitano.
Tras dejar el Ejército, este inversor en Bolsa se ha lanzado de lleno a la pasión de su vida, la danza. Aunque asegura que ha aprendido de forma autodidacta otros estilos como tango, bailes de salón, vals, foxtrot, rumba y cha-cha-chá, es la primera vez que acude a una academia, donde el acompañamiento musical lo pone el maestro Alberto Cuéllar.
Con mucha cuerda
Este guitarrista nacido en Granada hace 37 años es la última generación de una familia de artistas con ilustres precedentes, como su bisabuelo Rafael, más conocido en su ciudad como «Salvador el del café-cantante La Montillana»; y su abuelo Pepe, famoso por haber ganado el premio a la guitarra en el Festival de Cante Jondo organizado por Falla y Lorca en 1922. Iniciado en las seis cuerdas por su progenitor, el «Chico Cuéllar» y el célebre Juan Carmona «Habichuela», el padre de los Ketama, Alberto ha tocado por buena parte del mundo, ha aprendido el «sarod» en la India y lleva desde hace dos años introduciendo el flamenco en China. «A los japoneses la afición les viene de largo, mientras que para los chinos está empezando. Pero ambos se apasionan igual con el flamenco», concluye este pionero del «duende» en el Lejano Oriente.
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