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Un milagro chino contra la ceguera

China comienza a utilizar técnicas experimentales con células madre para conseguir que diferentes pacientes puedan ver. Es la cara más amable del turismo médico, uno de los nuevos atractivos del gigante asiático

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NO todos viajan a China para maravillarse con la grandeza de la Gran Muralla. Sobre todo, quienes no pueden verla. Para ellos, el gigante asiático tiene un atractivo muy diferente. Es como un rayo de luz que se cuela en su mundo de sombras. La esperanza de escapar a la negrura.

Sin duda, la vista y el oído son los sentidos a los que dan más importancia los seres humanos. Les siguen el gusto y el tacto. El olfato es ese del que antes prescindiríamos si fuera indispensable elegir uno. Por eso, no es de extrañar que uno de los principales objetivos de la ciencia médica haya sido siempre devolver la vista a la población ciega. En un principio proliferaban las ideas que pretendían conectar algún tipo de cámara al nervio óptico, o directamente al cerebro. Eran experimentos que parecían salidos de películas de ciencia ficción, y que obtenían resultados modestos. Sin embargo, la evolución de la técnica parece haber derivado a un ámbito muy diferente: el de las células madre.

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Y China se ha puesto a la vanguardia en este espinoso terreno de aplicaciones. Una de las posibilidades que parecen presentarse es la cura de la ceguera. Así lo aseguran en el Hospital del Pueblo de Chenyang de la ciudad de Qingdao, donde utilizan las técnicas desarrolladas por Beike Biotech, una compañía pionera en el uso de células madre, capaces de identificar dónde está el daño y repararlo. Varios casos parecen corroborar que el milagro es posible, aunque la comunidad científica internacional es escéptica al respecto.

El más conocido es el de Dakota Clarke, una niña británica de tres años que nació con displasia septo-óptica, también conocido como síndrome de Morsier, y era incapaz de ver absolutamente nada. Por casualidad, alguien les comentó a sus padres que en China estaban probando nuevos tratamientos, y éstos no dudaron un momento. Habían probado todas las opciones que se les ofrecían en el Reino Unido y, desesperados, se plantaron en China con las 30.000 libras esterlinas (unos 33.000 euros) que cuesta el tratamiento. Después de varios meses de terapia, que consiste en la inyección de células madre umbilicales procedentes de algún donante, la joven es ya capaz de ver a dos metros y medio, y de reconocer a sus padres. Así, no es de extrañar que éstos hayan recaudado ya más fondos para regresar y continuar con una segunda serie de inyecciones que puede mejorar la situación de la pequeña Dakota. Pero, como apuntaba su padre, Darren Clarke, en una entrevista concedida al diario The Mirror, Dakota ya ve. "Y eso no es nada menos que un milagro".

Curaciones "milagrosas"

El caso de Macie Morse es todavía más impresionante. Esta joven estadounidense de 17 años nació con una hipoplastia del nervio óptico y, tras 16 años en la penumbra, en julio de 2008, después de recibir el tratamiento experimental de Beike, comenzó a distinguir formas y a apreciar colores. Pronto pudo incluso diferenciar las letras, y ahora comienza una nueva etapa en su vida e incluso está aprendiendo a conducir. "Desde que llegué a China mi mundo no ha dejado de cambiar", cuenta en su página web.

Con este currículo, no es de extrañar que Beike Techology haya conseguido fama mundial, y esté obteniendo importantes fondos para continuar con sus investigaciones, que van más allá de la cura de la ceguera. El pasado mes de abril, la compañía abrió un nuevo, e impresionante, centro de investigación de 20.000 metros cuadrados, y la última aportación ha sido de 1,8 millones de dólares, destinados a su centro en Shenzhen, al sureste de China. Cientos de extranjeros con problemas de visión prueban ya suerte con este tratamiento, al que comienzan a sumarse también los propios chinos.

Beike es uno de los ejemplos más claros del rumbo que China quiere tomar en el siglo XXI. El gobierno de Pekín es ya el que más invierte en investigación y desarrollo, después del de Washington, y el país más poblado del mundo se perfila ya como uno de los principales protagonistas de los avances científicos del futuro. Aunque todavía la tecnología china está por detrás de la de sus homólogos occidentales, el sistema de desarrollo ideado por el Partido Comunista está dando resultados espectaculares: primero sedujo a las empresas de menos valor añadido para que invirtieran en el país, abrieran fábricas y provocaran una lluvia de divisas extranjeras.

Así se convirtió China en la fábrica del mundo. Pero sus dirigentes no querían quedarse con el título de país de todo a cien, y comenzaron a seleccionar los proyectos que reciben luz verde para establecerse en su territorio. Actualmente sólo son bienvenidas aquellas empresas que fabrican productos o dan servicios de alto valor añadido, y se les está comenzando a exigir que también implanten centros de I+D en China, un país que cuenta con un ambicioso plan espacial y se prepara para competir con Airbus y Boeing en el sector aeronáutico civil.

China investiga

Un estudio del Instituto Tecnológico de Georgia concluye que China sobrepasará en una o dos décadas a la potencia americana en su habilidad para convertir la investigación en productos y servicios. Y es que la trayectoria es meteórica: en 1998, los expertos chinos publicaron sólo unos 20.000 textos; una década después, la cifra había ascendido a 112.000. Todavía muy lejos de los 340.000 artículos estadounidenses, pero ya por encima de Japón, Reino Unido y Alemania.

Sean Hu, fundador de Beike, se ha convertido ya en una estrella de la investigación en China, y es un buen ejemplo del camino que están siguiendo los investigadores chinos. Se formó fuera, el doctorado lo llevó a cabo en bioquímica en la Universidad de Gotemburgo, en Suecia, pero el negocio prefiere establecerlo en el país que más crece del mundo. Y cree en lo que hace. "La medicina regenerativa es el futuro, y su centro estará en Asia", asegura. Eso sí, "estos tratamientos con células madres no son la panacea, y funcionan sólo con enfermedades concretas, aunque su abanico se abre rápidamente". Ataxia, autismo, traumas cerebrales, diabetes y un largo etcétera de males que, hasta ahora, se consideraban incurables.

"El tratamiento se hace en diferentes fases, aunque ya en la inicial se ven grandes avances en el paciente. El 20% regresa para más sesiones". El resto quizá no tenga el capital necesario. "Las citocinas las tenemos que importar de Occidente, y eso eleva mucho el costo. Pero cuando las podamos producir en China, es de esperar que estos tratamientos puedan extenderse a una masa de población mucho mayor".

El caso de Beike se ha convertido en la cara amable del turismo médico en el gigante asiático, un país que atrae a miles de extranjeros, sobre todo estadounidenses, incapaces de pagar los tratamientos para sus dolencias en su país de origen. El tráfico de órganos humanos es, quizá, el que más llama la atención, pero también hay quienes reciben tratamiento para enfermedades como el cáncer, y otros que incluso viajan hasta China por cuestiones de imagen, ya que proliferan las clínicas de cirugía estética a precios muy inferiores a los de Europa, Corea del Sur o Japón. Claro que, en muchas ocasiones, el resultado deja mucho que desear. Al fin y al cabo, China es un mundo de contrastes marcado a fuego por el yin y el yang.

Fuente: http://www.deia.com/2010/05/17/sociedad/un-milagro-chino-contra-la-ceguera

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