Extraído del libro "Me acuerdo... El exilio de la infancia" de Boris Cyrulnik (páginas 72, 73 y 74). Este libro nos habla de su infancia, del trauma que le causó su deportación y su condena a muerte de la cúal escapó. En este extracto nos trasmite su sensación y percepción de la emoción ante el recuerdo de lo vivido y de las formas que pueden expresarse a lo largo de la vida para poder liberarse de esa carga que es el pasado...
"La sensación de victoria es una reconstrucción posterior. Del momento de lo ocurrido no me acuerdo bien..., sólo de algunas imágenes, palabras... pero de ninguna emoción. ¡En eso consiste "el golpe"! Despúes me embargó la sensación de libertad posible, y muchos niños que han vivido situaciones idénticas me han explicado que recordar que habían podido controlar una parte de la situación les había dado confianza en sí mismos. Esta sensación de victoria nos la puede proporcionar una acción, una representación y también más tarde, un compromiso político, filosófico, religioso o intelectual, porque esta sensación de victoria puede ser asimismo "construida" con posterioridad al golpe (= a lo acontecido). Muchas personas que en el momento de los hechos han sentido pánico o desesperación, pero que no han tenido esta sensación de victoria, se han convertido más tarde en psicólogos, filósofos, novelistas o cineastas. A posteriori, al comprender lo que había pasado, han controlado la emoción. Ellos mismos han construido esta sensación de victoria con posterioridad a haber "acusado el golpe".
De la emoción que apartamos de nosotros hacemos una representación, es decir, "representamos" en la memoria un acontecimiento pasado. La resiliencia, por tanto, sólo puede efectuarse con posterioridad al golpe. En primer momento sufrimos, sentimos pánico, nos quedamos pasmados, tenemos miedo, no lo tenemos, nos defendemos, nos debatimos como podemos, pero despúes, cuando la representación lo hace posible, cuando el entorno familiar o cultural permite llevar a cabo este trabajo de representación, buscamos entonces las palabras, intentamos convencer, elaboramos estrategías psicológicas para que el trauma no regrese nunca más. Es esta movilización la que mantiene la emoción a distancia y permite que nos adueñemos de la situación. Así, realizamos un trabajo de resiliencia. Porque la emoción se transforma, se metamorfosea. Muchas antiguos heridos, niños traumatizados, me han explicado que habían intentado encontrar archivos sobre las circunstancias de su sufrimiento y, entonces, sintieron placer en comprender lo que habían vivido y transformaron su sufrimiento en obra filosófica, en creación teatral... Muchos de los "traumatizados" por la vida llevan al teatro lo que no pueden expresar directamente. Cuesta mucho decirle a alguien: "Esto es lo que me pasó, esto es lo que fue de mi vida". Yo hace sesenta y cuatro años que no podía decir nada. Es la primera vez que lo hago.
Es dificil dirigirse a alguien y explicarle lo que se ha vivido, pero si lo hacemos por medio de la obra de arte, dando un rodeo a través de una película, una obra de teatro, un ensayo filosófico o el trabajo psicológico, te conviertes en la tercera persona de la que puedes hablar: le das indicaciones a ese actor que representa lo que te ha pasado. Así has resuelto la ecuación imposible: "No puedo explicar lo que pasó porque emocionalmente es demasiado duro y no vas a comprender nada. De hecho, yo soy el único que puede comprenderme". Por el contrario si doy un rodeo a través de la obra, si alejo la información, me comunico mejor contigo porque ya no estoy solo en el mundo con mi tormenta interior, con mi herida inverosímil. Porque he conseguido convertirla en una representación que ahora podemos compartir. Por fin vivimos en el mismo mundo."
"La sensación de victoria es una reconstrucción posterior. Del momento de lo ocurrido no me acuerdo bien..., sólo de algunas imágenes, palabras... pero de ninguna emoción. ¡En eso consiste "el golpe"! Despúes me embargó la sensación de libertad posible, y muchos niños que han vivido situaciones idénticas me han explicado que recordar que habían podido controlar una parte de la situación les había dado confianza en sí mismos. Esta sensación de victoria nos la puede proporcionar una acción, una representación y también más tarde, un compromiso político, filosófico, religioso o intelectual, porque esta sensación de victoria puede ser asimismo "construida" con posterioridad al golpe (= a lo acontecido). Muchas personas que en el momento de los hechos han sentido pánico o desesperación, pero que no han tenido esta sensación de victoria, se han convertido más tarde en psicólogos, filósofos, novelistas o cineastas. A posteriori, al comprender lo que había pasado, han controlado la emoción. Ellos mismos han construido esta sensación de victoria con posterioridad a haber "acusado el golpe".
De la emoción que apartamos de nosotros hacemos una representación, es decir, "representamos" en la memoria un acontecimiento pasado. La resiliencia, por tanto, sólo puede efectuarse con posterioridad al golpe. En primer momento sufrimos, sentimos pánico, nos quedamos pasmados, tenemos miedo, no lo tenemos, nos defendemos, nos debatimos como podemos, pero despúes, cuando la representación lo hace posible, cuando el entorno familiar o cultural permite llevar a cabo este trabajo de representación, buscamos entonces las palabras, intentamos convencer, elaboramos estrategías psicológicas para que el trauma no regrese nunca más. Es esta movilización la que mantiene la emoción a distancia y permite que nos adueñemos de la situación. Así, realizamos un trabajo de resiliencia. Porque la emoción se transforma, se metamorfosea. Muchas antiguos heridos, niños traumatizados, me han explicado que habían intentado encontrar archivos sobre las circunstancias de su sufrimiento y, entonces, sintieron placer en comprender lo que habían vivido y transformaron su sufrimiento en obra filosófica, en creación teatral... Muchos de los "traumatizados" por la vida llevan al teatro lo que no pueden expresar directamente. Cuesta mucho decirle a alguien: "Esto es lo que me pasó, esto es lo que fue de mi vida". Yo hace sesenta y cuatro años que no podía decir nada. Es la primera vez que lo hago.
Es dificil dirigirse a alguien y explicarle lo que se ha vivido, pero si lo hacemos por medio de la obra de arte, dando un rodeo a través de una película, una obra de teatro, un ensayo filosófico o el trabajo psicológico, te conviertes en la tercera persona de la que puedes hablar: le das indicaciones a ese actor que representa lo que te ha pasado. Así has resuelto la ecuación imposible: "No puedo explicar lo que pasó porque emocionalmente es demasiado duro y no vas a comprender nada. De hecho, yo soy el único que puede comprenderme". Por el contrario si doy un rodeo a través de la obra, si alejo la información, me comunico mejor contigo porque ya no estoy solo en el mundo con mi tormenta interior, con mi herida inverosímil. Porque he conseguido convertirla en una representación que ahora podemos compartir. Por fin vivimos en el mismo mundo."
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