Es un poco largo pero me parece interesante que se sepa lo que las Autoridades "Competentes" hacen muchas veces con nuestros hijos.
MI DENUNCIA
En esta sección de la web explicaré brevemente todo el proceso vivido desde que me es retirada la nena. Los contactos con la Administración, con políticos, con expertos, con el Defensor del Pueblo, con infinidad de personas... El inmenso apoyo que he recibido para intentar revertir la situación que los responsables de la adopción en Cataluña han creado.
Reivindico los derechos de los padres, sean de acogida, en preadopción o biológicos, frente a las ingerencias desproporcionadas de la Administración encargada de la protección de la infancia. Por ejemplo, se nos cita siempre en horario laboral cuando se exige que tengamos un trabajo fijo para mantener a los hijos, con la incoherencia que supone saltarse el trabajo cada mes para dar cuenta de lo que pasa en casa. O el sentimiento de impotencia ante técnicos que intentan entrar en tu intimidad, tus sentimientos, porque el supuesto interés del menor lo justifica todo.
La administración le cambió la vida a mi hija radicalmente. Tenía tres años y medio, y tres de su vida se han hecho desaparecer. Sin poder hablar, sin poder opinar. Desaparecen tres años de una forma brutal, radical. ¿Y pretenden que eso no tenga consecuencias futuras?
A mí, como acogedor, no me han considerado como padre.
No éramos una familia de acogida. Nunca hubiéramos aceptado un bebé para al cabo de dos, tres... años desprendernos de él. No estábamos preparados para eso, sino para ser padres adoptivos.
El calvario de la adopción.
(que se entienda bien: la adopción es un proceso ilusionante, maravilloso, lleno de amor… a pesar de la Administración)
Cualquier persona que decida adoptar sabe bien el laberinto de papeles, gestiones y tiempo que deberá dedicar en lo que parece una carrera de obstáculos. Con todo, ésta es la opción que muchas familias escogen en su deseo de tener hijos. Así lo hicimos la entonces mi esposa y yo. Fuimos dando todos los pasos que la ley establece, enfrentándonos a las burocracias no sólo de Cataluña, también del país de origen del posible hijo. Demostramos no una sino varias veces la idoneidad. Fuimos investigados en nuestra salud, nuestra intimidad, nuestra casa, el entorno... Si la mitad de las exigencias se aplicaran a las familias biológicas no habría casi niños en este país. Con todo, es un proceso ilusionante, donde aguantas lo que sea pensando que un día todo habrá valido la pena. La opción por la adopción siempre es un proceso maduro.
Tras años de papeleos, de pasar por infinidad de abogados, notarios, registradores, psicólogos, médicos, traductores, funcionarios varios, entidades de todo tipo... de volver a empezar muchas veces porque los papeles caducan, un día llega la noticia tan esperada: Habíamos solicitado la adopción internacional y también la nacional, en Cataluña. En julio de 2006 nos asignan una nena nacida en Cataluña. El proceso había empezado más de tres años antes.
En ese momento la nena, M., cumplía los 6 meses de edad. Una nena preciosa, que se integra rápidamente, que va creciendo y desarrollándose con total normalidad. Una nena que nos cautiva, con unos ojos verde esmeralda que llaman la atención. Pero las torturas administrativas continúan. El maremagnum administrativo (M. está tutelada por la Dirección General de Atención a la Infancia –DGAIA- pero la adopción la lleva el Instituto Catalán de Acogimiento y Adopción –ICAA- y el seguimiento otra entidad colaboradora de la Administración, la Fundación Parlament...) y la no inscripción en plazo de M. en el registro civil imposibilitan que se avance en el proceso adoptivo. M. está, así, en un permanente estado de desamparo legal y esto a la larga ha sido decisivo.
A los padres se nos exige la protección física, emocional de nuestros hijos. ¿Y la protección jurídica? La administración hace dejación de su responsabilidad.
Mientras tanto el tiempo pasa, M. es una nena feliz, con un entorno privilegiado. Las dificultades administrativas se asumen como un coste inevitable de un sistema complejo. Lo importante, el bienestar de la nena, está garantizado y eso es lo que cuenta.
El tiempo pasa y las familias evolucionan. Mi esposa y yo decidimos separarnos como mejor opción para nuestras vidas. Para un hijo nunca es buen momento la separación de sus padres, pero M. lo asume con normalidad, lo tiene integrado en su vida e incluso presume de tener dos casitas. En poco tiempo, la nena tiene dos años en ese momento, la situación es normal y M. continúa creciendo y madurando rodeada de afecto.
Pero las alarmas saltan en la administración. No se concibe que una pareja separada pueda ser padre y madre de una nena que está en adopción. Dificultades surgidas, como tantas en la vida, generan desconfianza. No se concibe que un hombre separado pueda ser padre adoptivo. Ante la duda, ante el miedo a que se repitan situaciones muy desagradables, en las que graves fallos de la administración han sido fatales para los niños bajo su responsabilidad, la administración decide romper el proceso.
M. tiene en ese momento casi tres años y medio. No hay ni un solo indicio, ni un solo informe, ni la más mínima sospecha de que la nena presente cualquier problema, y sin embargo es bruscamente retirada de su familia y entregada a otra.
Me convocan a una reunión, con un escueto telegrama, y me dicen que vaya con la nena. Se la llevan a un cuarto aparte y a mí me reciben cuatro personas para decirme que ya no la veré nunca más. Sólo una de ellas ha visto a la nena, y tan sólo por espacio de una hora dos días antes.
En ese momento la nena es arrancada de todo: de su familia, de sus amiguitos, de su ropa, de su casa, del colegio... absolutamente de todo. Mi sensación es la de que me están secuestrando a mi hija. Desaparece radicalmente, nadie se interesa por nada. El argumento es: “nosotros somos los responsables y nosotros decidimos.” El sentimiento de abandono que M. debe sentir en esos momentos es tremendo.
Evidentemente me pongo en movimiento para recuperar a mi hija. Todos los informes, absolutamente todos eran siempre positivos o muy positivos. Nadie ha hablado conmigo, ni han venido a mi casa, ni han hablado con la tutora del colegio actual, ni con los pediatras. No han querido comprobar lo que todo el mundo sabe: que M. es una nena feliz. Es mi hija por encima de lo que digan los papeles. Por suerte, la capacidad de intervención de la administración no llega al corazón ni a la conciencia.
La administración es una máquina compleja. Aparecen en escena coordinadores, responsables, jefes de departamento, directores, subdirectores... pero nadie que haya tratado a la nena. Durante semanas hablaré con infinidad de funcionarios que no han conocido a la nena. Por el contrario, la persona que ha estado haciendo el seguimiento hasta el día del secuestro es apartada radicalmente y se le prohíbe, literalmente, hablar conmigo. Ante la intransigencia de esta administración, inicio pasos a todos los niveles. Recibo infinidad de apoyos de todo tipo. Se inician también las acciones judiciales para resolver el tema. Por supuesto que confío en que la justicia resolverá esta situación a pesar de los complejos procesos que existen y de su lentitud. Si todos estamos de acuerdo en que lo primero es el bienestar de M., ésta debe ser retornada con su padre. Ese bienestar estaba más que garantizado y demostrado. Sé que mi posición legal es muy débil ya que se considera que mi hija está en situación legal de desamparo y por tanto la administración puede hacer lo que quiera, pero ¿no hemos quedado que lo importante es la nena?
En el colegio siguen esperando a M. Sus amiguitas preguntan por ella a menudo. En casa la seguimos esperando, sus juguetes, su ropa... están ahí.
Y su padre seguirá luchando por ella. Sus ojos, de un color verde esmeralda (maragda en catalán) volverán a mirarme.
El secuestro
El 12 de marzo de 2009 soy convocado mediante un escueto telegrama a una reunión de seguimiento. Se me indica que venga acompañado de la menor. El telegrama no indica nada más.
Ese día despierto a mi hija como de costumbre, a la hora de siempre. Le doy el desayuno y la visto. Cogemos un taxi para ir a la reunión. En el viaje vamos haciendo planes para el fin de semana. Me pregunta si iremos a dar galletitas a los patos. Lo tenemos pendiente desde hace tiempo. Luego me dice que si le compraré un huevo Kinder. Ella sabe que, como en muchas otras ocasiones, vamos a una reunión de trabajo de su papá, que ella me esperará con unas amiguitas mías dibujando, y luego iremos al cole.
Al llegar a las dependencias del ICAA (Instituto catalán de acogimiento y adopción) se encuentra con su madre, a la que no veía desde hace 15 días. No la veía por indicación de los responsables del ICAA, que así lo acordaron. Además, debíamos decirle a la nena que su mamá estaba malita, y debía llamarla cada día por teléfono. Cuando ese día mi hija pregunta insistentemente por si su mamá ya está buena, si ya podrá ir con ella… se interpreta por parte de la administración como adultización de la nena, como que es ella la que cuida a su madre y no al revés. Alucinante. Meses más tarde descubro también lo que le dicen en ese momento: “tu mamá está malita y no puede cuidarte, y tu papá tampoco porque no cuida a tu mamá, ¿verdad?”. Crueldad. En los informes posteriores consta que se le pregunta a la niña si le gustaría estar con una familia que pudiera hacerse cargo de ella, a lo que responde que sí. ¡Una niña de tres años y medio!
Ese día subimos al lugar de la reunión y se llevan a la niña a otra sala. Ya no la veo más.
A mi exesposa y a mí nos reciben 4 personas, todas jefas o coordinadoras, o responsables de algo. Sólo una de ellas ha visto a la nena con anterioridad, una vez, por espacio de una hora o menos y dos días antes. Una persona que es la primera vez que veo en mi vida, que no me conoce de nada ni a mí ni a mi hija, me comunica con un lenguaje que produce náuseas que ya no veré más a mi hija. Que aquí se acaba todo. Yo intento durante casi una hora decirle que se equivoca, que me den una oportunidad, que me expliquen qué problema ven en la nena, que es una nena feliz y la están esperando en el colegio… pero nada. Las otras tres personas callan. Y la encargada de comunicar la decisión aguanta y aguanta, moviendo la cabeza compasivamente, entendiendo mi dolor… Cada uno tiene su papel en la administración, y ésta es la funcionaria que mejor debe hacer este papel.
Ese día se llevan a mi hija. Luego me entero de que otra familia ya estaba esperándola en otro despacho. Se la llevan sin su ropa, sin sus juguetes. No vuelve más al colegio. No saben si está tomando algún medicamento. No han hablado con la tutora del colegio, con los pediatras… con nadie. No saben lo que le gusta a mi hija o no. Ese día, en ese momento, yo abandono a mi hija. Muchos datos que hay en los informes posteriores me demuestran que el sentimiento de abandono es atroz. Todo su mundo, absolutamente todo desaparece en un momento.
¿Cómo la bañarían ese día? ¿Dónde están sus juguetes? ¿Qué son estos olores nuevos? ¿Cómo dormiría esa noche? ¿Qué cenaría?
El sentimiento de que he abandonado a mi hija me corroe por dentro. Ahora, estoy convencido de que un día sabrá la verdad. Un día podré decirle: hija, yo no te abandoné.
En la reunión me entregan una resolución administrativa en la que tan sólo se indica que “… la familia presenta diversos indicadores de riesgo…” (sic). Nada más. Los famosos indicadores nunca se han explicado. Por supuesto no acepto la resolución, la tiro encima de la mesa y me voy pensando qué hacer para recuperar a mi hija.
El 12 de marzo de 2009 la Administración de Cataluña secuestra a mi hija.
Fiscalia
El mismo día 12 de marzo, poco después del secuestro, mi exesposa y yo comparecemos en fiscalía de menores. Es una comparecencia muy larga, varias horas. Explicamos todo con detalle y lo ponemos por escrito. La fiscal, desde el respeto que su cargo impone, manifiesta no entender nada. Nos comenta las dificultades con que se encuentra para que niños que son maltratados sean retirados de sus padres, con evidencias de todo tipo, y sin embargo en este caso se ha actuado con una contundencia inaudita.
Posteriormente compareceré muchas más veces en fiscalía, por escrito hasta 4 veces, personándome varias más, por teléfono en muchas ocasiones. La fiscal me manifiesta siempre su apoyo, su preocupación.
La fiscal pide el expediente y varias informaciones a la administración. Pide, por ejemplo, el informe sobre mi persona que me inhabilita como padre. Evidentemente este informe no es facilitado porque no existe. Lo mismo ocurre con otras demandas que la fiscal hace.
Después de varias horas en fiscalía el siguiente paso es buscar un abogado. Es la primera vez en mi vida que voy a necesitar un abogado. Para una persona que no se mueve en estos ambientes no es fácil. Esa misma noche ya he tenido varias conversaciones y una larga reunión con una abogada que me pondrá en contacto al día siguiente con el equipo de abogados que finalmente llevará el caso. Y empieza lo que será una constante: dispongo de los mejores profesionales del derecho, de los mejores equipos de psicólogos y profesionales, de apoyo incondicional por todas partes… pero el mastodonte de la administración se ha puesto en marcha. David y Goliat es tan sólo una leyenda. De momento.
La Administración
En los días posteriores intento hablar con la administración. Intento que entiendan que han tomado una decisión sin conocimiento de causa. No han venido a mi casa nunca, no han hablado con los míos, no saben nada de mi vida. Me ofrezco para todo. Les pido una oportunidad.
Más tarde entiendo por qué me reciben. En las pocas reuniones que tenemos me siento maltratado. Intentan hundirme, que salga con la cabeza gacha y deje de molestarles. Me chillan. Me dicen barbaridades del tipo: “ni eres ni serás nunca padre en Cataluña” con un tono inquisitorial. Intentan que me retire del tema y les deje trabajar. No saben que todavía me animan más a luchar. Yo continúo pidiendo una oportunidad, manifestando mi interés por activa y por pasiva… pero nada. En ese momento no soy muy consciente, pero toda la maquinaria de la administración se ha puesto en marcha. Y es una maquinaria muy eficaz, muy bien engrasada, sin corazón.
Días más tarde y debido seguramente a mis conversaciones con parlamentarios de todos los grupos políticos me recibe la Secretaria General de la Consejería de bienestar social. Cuando me pregunta si todo lo que estoy manifestando lo he planteado alguna vez a los técnicos de la administración caigo en la cuenta de que por escrito, formalmente, nunca. Evidentemente no consta mi interés en ninguna parte aunque lo he reiterado hasta la saciedad. Ella me sugiere que lo ponga por escrito. Así lo hago y lo entro por registro. (ver escrito original)
También esos días intento acceder a una copia de mi expediente. Quiero saber de qué defenderme. Para entonces ya he hablado con varias asociaciones y personas involucradas en estos temas. Todas me indican que es algo a lo que legalmente tengo derecho. Sin embargo cuando pido una copia se me niega. El argumento (excusa) la protección del menor. Lo pido por escrito, por registro y nuevamente me es negado. El escrito de alegaciones a esta negativa que presento (ver escrito) está fuertemente argumentado. Esta negativa está recurrida judicialmente también.
Acceden a dejarme ver el expediente y así lo hago con mi abogada. Ese día la administración comete nuevamente fallos muy graves. Ese día estamos, por espacio de unas dos horas, anotando a mano lo que consideramos significativo, ante la atenta vigilancia de una funcionaria. Cuando días más tarde solicito una nueva consulta del expediente, porque es largo y quiero profundizar en mis notas, se me niega. La razón: la ley no prevé dos consultas. Pregunto por esa ley que sólo establece una. Evidentemente no existe. Es cierto, la ley no prevé dos, ni una ni cincuenta.
El Defensor del Pueblo
Recurro al Defensor del Pueblo de Cataluña, el Síndic de Greuges. Enseguida me advierte de su función, no es juez y por tanto no entrará en el fondo del asunto. Vela por el correcto funcionamiento de la administración en su relación con los administrados. Así lo entiendo. Recaba enseguida información a la otra parte, la administración, antes de pronunciarse. La administración tarda meses en responder y el Síndic elabora un informe en el que vuelve a pedir más información. Así hasta tres veces. Elabora dos informes en los que reiteradamente se indican cosas como: (trascripción literal)
- falta de seguimiento para detectar a tiempo y dar respuestas adecuadas a la situación familiar, en beneficio de la nena.
- no se han visto respetados los derechos de la nena
- falta de seguimiento riguroso de la situación del acogimiento
- déficit en el cumplimiento de las funciones de supervisión
- se encuentran a faltar exploraciones de la nena para conocer su estado emocional
- se encuentran a faltar coordinaciones con la escuela
- se encuentran a faltar coordinaciones con los pediatras
- se refleja la necesidad de que el ICAA revise en profundidad los procedimientos e instrucciones a las ICIFs
- la nena es la principal perjudicada, la cual ha tenido que cortar de un día para otro sus coordenadas referentes de vida (adultos cuidadores y amigos, espacio geográfico, recuerdos, vivencias vividas, expectativas de futuro, etc.)
Insisto, las citas son literales. Seguramente ante una crítica del tal calibre por parte de un organismo con la autoridad del Defensor del Pueblo, en cualquiera de nuestros trabajos rodarían cabezas. Para la administración no deja de ser un sarpullido. Un incordio más. Por mucho que moleste no pasa nada. La máquina está preparada para aguantar todavía mucho más. La función de denuncia del Síndic, en este caso y en muchos otros hacia la misma administración, la Dirección General de Atención a la Infancia (DGAIA), no va más allá.
También me dirigí al Defensor del Pueblo del Estado, en Madrid, al entender, leyendo sus competencias, que tenía algo que decir en este caso. Al cabo de un mes de enviar la solicitud me contesta diciendo que la admite a trámite. Otro mes más tarde me contesta que el estatuto de Cataluña recientemente aprobado le quita las competencias, y mientras no se resuelva el recurso de inconstitucionalidad que él mismo ha presentado no puede hacer nada. ¿Y la nena? Eso no entra en el debate político.
Contactos con políticos
Intentando buscar apoyos por todas partes me puse en contacto con representantes políticos, parlamentarios responsables en los ámbitos que me ocupan, de todos los partidos. Me sorprendió su respuesta. Todos me recibieron rápidamente en el Parlamento y les expuse la situación. Todos se comprometieron a recabar información y a ayudarme. Evidentemente no entra en sus funciones, ni yo lo pretendía, solucionar el tema, pero quizá tuvieran más influencia que yo para que la administración me diera finalmente la oportunidad que venía reclamando.
La consejería responsable de los temas de adopción en Cataluña está gobernada, en estos momentos, por ERC. El diputado de este partido que me recibe me dijo dos cosas. La primera, que lo que más le preocupaba era la nena y se había interesado y le habían dicho que estaba bien. Le respondí que no lo dudaba en ningún momento. Que estaría todo lo bien que está una nena a la que acaban de abandonar sus padres. Que los niños también sufren el síndrome de Estocolmo. Lo segundo que me dijo es que yo debía entender que la administración cuando hace algo es por alguna razón. Pasaron por mi cabeza infinidad de casos, muy recientes además, en los que graves errores de la administración han causado daños irreparables en niños y niñas. Por delicadeza no los cité. Sí le dije que yo también trabajo en la administración toda mi vida, que sé que la administración a veces se equivoca, que sé que tiene mecanismos para reparar estas equivocaciones.
Aún así se comprometió a pedir que revisaran el caso y a ayudarme en la medida de lo posible.
He de citar también la entrevista y posteriores conversaciones con una diputada en aquel momento en un determinado partido, ahora ya no. Me ha sugerido cosas, me ha puesto en contacto con otras personas, me ha dado apoyo y ánimo. Por coherencia con sus ideas y convicciones ya no milita en ese partido. También le agradezco el artículo que publicó en un diario de Cataluña. (ver artículo)
Contactos con expertos
Creo que puede ser interesante aportar aquí algunos informes de expertos. Ponen de manifiesto el rigor necesario cuando se han de tomar decisiones como ésta. Muestran la doctrina y el estado actual del conocimiento en este ámbito. Nada parecido por parte de la Administración. La carencia de rigor en las funcionarias de la Administración es absoluta, sus argumentos son rebatidos con claridad y contundencia por incorrectos. Ni siquiera el Colegio Profesional de una de ellas, pedagoga, es capaz de defender técnicamente su actuación.
Contrainforme psicológico pericial realizado por el Dr Joan Deus, Doctor en Psicología
Comparecencia de dos expertos en la Comisión del Senado que estudia la problemática de la adopción. Es de destacar lo que señalan en relación a los pasos a seguir: Incluso cuando hay graves problemas en la familia, la primera opción no es coger al niño y salir corriendo, sino tratar de ayudar a la familia. La segunda opción es sacarlo temporalmente. Nada de esto se ha hecho en mi caso. También insisten los expertos, y está recogido en la legislación catalana, la diferencia entre acogimiento y preadoptivo. No era padre de acogida, sino adoptante. Es increíble que la jueza me haya puesto en la lista equivocada¡ Lo grave es que basa su razonamiento jurídico en esta confusión de base. (extraido de http://familiasdeacollida.wordpress.com/2010/01/23/cortes-generales/#comment-147)
Contactos con Entidades
Carta de soporte de ADDIF (Asociación en Defensa del Derecho de la Infancia en la Familia. Acogimiento y Adopción): "... la familia es una construcción constante..." "... ni la estabilidad de los referentes ni la evitación de nuevas pérdidas vitales han sido consideraciones prioritarias (en la actuación de la Administración en este caso)"
Reacciones
He recibido infinidad de apoyos de todo tipo. Las personas que me conocen saben la relación que tenía con mi hija. Cuando me preguntaban qué podían hacer, dónde tenían que ir a hablar, cómo ayudarme… se manifestaba mi impotencia ante la situación. Recibí muchas cartas de apoyo que iban mucho más de una carta protocolaria. Expondré algunas a continuación. Documentos emotivos, sinceros, de un apoyo incalculable y que agradezco mucho. Cartas que van mucho más allá que un simple apoyo. Me han enseñado mucho sobre el valor de la amistad...
Carta de sus hermanitas
Carta de Elena e Irene, a las que mi hija de una forma expontánea, natural, había dado la categoría de "hermanitas". Las tres juntas han compartido infinidad de buenos momentos. Para ella eran un referente. Una relación que las técnicas de la Administración no quisieron ni siquiera conocer. La felicidad que mi hija tenía con sus "hermanitas" no les importaba nada. Hoy nos sentamos aquí, a escribir esta carta que tanto nos hace sufrir, a esforzarnos por plasmar todo nuestro dolor, a escribir lo mucho que la echamos de menos, a intentar encontrar las palabras que hagan que alguien nos la devuelva, y sufrimos, sí… sufrimos por ella. Hace 6 meses que no vemos a nuestra hermana y pocas personas pueden entender lo que para nosotras supone levantarse cada mañana preguntándose, ¿Dónde está?, ¿Cómo estará?, ¿Nos echará de menos?, ¿La volveremos a ver?... Una gran parte de nuestra vida se paró el día que se la llevaron, una parte esencial, que espera que vuelva para poder continuar, una parte que no acepta que no la tengamos con nosotros y que no está dispuesta a simular que la vida continua sin ella, una parte que va a luchar y luchar… Cuando alguien se atrevió a juzgarnos (sin conocernos) de mala familia, no nos hizo dudar, pero sí que nos hizo pensar, hicimos el esfuerzo de preguntarnos a nosotras mismas, si nos estábamos equivocando, pero no conseguimos recordar ni un solo día en el que sintiésemos que no éramos una familia unida, ningún día en el que sintiésemos que M. no iba a ser feliz con nosotros. Sí, hemos hecho el esfuerzo, pero seguimos pensando que se están equivocando. Una equivocación que nos ha hecho perder a nuestra hermana, pero por mucho que nos duela, no es ni comparable con lo que significa perder una hija, ni mucho menos lo que significa para ella haberlo perdido todo. A sus hermanas, a mi madre, a Pili, a sus primas, a Paola y Lydia, a Coque, a Bea, a Inma, a lucky; pero sobretodo a Paco, a su “papito” que no comprendemos cómo alguien puede haberlo considerado una persona incapaz de cuidar a su hija, sin haber intentado conocerlos, ni a él, ni a ella, juntos; no alcanzamos a entender cómo alguien puede creer que Paco es una persona inafectiva, sin haber preguntado a aquellas personas que le quieren, (porque le queremos con locura,) y a aquellos a quien él quiere. Nos resulta increíble la forma con la que le juzgan, porque a nosotras, que sabemos que Paco es una buena pareja, un buen amigo, una buena persona y un buen padre, nadie nos ha preguntado. Somos conscientes de que desde fuera nuestra familia da una imagen desestructurada, nuestros padres están separados, Paco está separado, mi madre nos tuvo a nosotras y Paco adoptó una hija con otra mujer. Pero estoy segura de que si alguien se hubiese preocupado de verlo desde dentro, cambiaría totalmente de opinión, porque aunque a lo mejor no seamos el prototipo de familia “normal” nos queremos tanto… Nosotras queremos a Paco como un segundo padre, y a M. como una hermana, M. quiere a mi madre como una segunda madre, incluso se quieren como parte de una misma familia: mi padre y Paco. Y ahora de repente alguien que no nos conoce, ni quiero hacerlo, decide que este entorno no es bueno para ella. Y aquí nos quedamos todos, temiendo que ella pueda sentir que la hemos abandonado, de igual forma que nosotras sentimos que nos la han raptado, que de la noche a la mañana nos la han quitado. Y solo con pensar que a lo mejor no es feliz, no poder protegerla, no ser parte de su vida, ni de sus decisiones nos hace sentir impotentes. Porque sabemos que con nosotros a su lado lo sería. Y ahora, lo único que podemos hacer es esperar a que alguien nos escuche, nos entienda, nos ayude. Elena e Irene |
Carta de una amiguita de mi hija, de 9 años. Conoce bien lo que es la adopción. Desde su inocencia no entiende por qué no puede jugar con mi hija. Inocente pero con una calidad humana que da mil vueltas a las técnicas de la Administración de Cataluña que no han querido valorar nada de lo que Paola expresa. Cada vez que me ve, y es muy a menudo, me hace la misma pregunta: ¿cuándo vuelve? ¿cómo está?... Como dice en su escrito "lucha con nosotros"...
"Me llamo Paola y soy muy amiga de M. M. es una niña muy buena, educada, juguetona, graciosa y un poco demonio. Yo os pregunto ¿Por qué M. no puede estar con nosotros? No porque Paco y C. estén separados tenéis que alejarlos. Yo quiero que me hagáis un favor muy grande, os pido por todo mi corazón, que nos devolvais a M.. Sé que la otra familia suya también la quiere mucho, pero es la raiz de su familia. Yo la quiero mucho y cuando me enteré que ya no estaba lloré 3 veces. Su familia y yo luchamos para que vuelva con nosotros."
Carta de Elena e Irene, a las que mi hija de una forma expontánea, natural, había dado la categoría de "hermanitas". Las tres juntas han compartido infinidad de buenos momentos. Para ella eran un referente. Una relación que las técnicas de la Administración no quisieron ni siquiera conocer. La felicidad que mi hija tenía con sus "hermanitas" no les importaba nada. Hoy nos sentamos aquí, a escribir esta carta que tanto nos hace sufrir, a esforzarnos por plasmar todo nuestro dolor, a escribir lo mucho que la echamos de menos, a intentar encontrar las palabras que hagan que alguien nos la devuelva, y sufrimos, sí… sufrimos por ella. Hace 6 meses que no vemos a nuestra hermana y pocas personas pueden entender lo que para nosotras supone levantarse cada mañana preguntándose, ¿Dónde está?, ¿Cómo estará?, ¿Nos echará de menos?, ¿La volveremos a ver?... Una gran parte de nuestra vida se paró el día que se la llevaron, una parte esencial, que espera que vuelva para poder continuar, una parte que no acepta que no la tengamos con nosotros y que no está dispuesta a simular que la vida continua sin ella, una parte que va a luchar y luchar… Cuando alguien se atrevió a juzgarnos (sin conocernos) de mala familia, no nos hizo dudar, pero sí que nos hizo pensar, hicimos el esfuerzo de preguntarnos a nosotras mismas, si nos estábamos equivocando, pero no conseguimos recordar ni un solo día en el que sintiésemos que no éramos una familia unida, ningún día en el que sintiésemos que M. no iba a ser feliz con nosotros. Sí, hemos hecho el esfuerzo, pero seguimos pensando que se están equivocando. Una equivocación que nos ha hecho perder a nuestra hermana, pero por mucho que nos duela, no es ni comparable con lo que significa perder una hija, ni mucho menos lo que significa para ella haberlo perdido todo. A sus hermanas, a mi madre, a Pili, a sus primas, a Paola y Lydia, a Coque, a Bea, a Inma, a lucky; pero sobretodo a Paco, a su “papito” que no comprendemos cómo alguien puede haberlo considerado una persona incapaz de cuidar a su hija, sin haber intentado conocerlos, ni a él, ni a ella, juntos; no alcanzamos a entender cómo alguien puede creer que Paco es una persona inafectiva, sin haber preguntado a aquellas personas que le quieren, (porque le queremos con locura,) y a aquellos a quien él quiere. Nos resulta increíble la forma con la que le juzgan, porque a nosotras, que sabemos que Paco es una buena pareja, un buen amigo, una buena persona y un buen padre, nadie nos ha preguntado. Somos conscientes de que desde fuera nuestra familia da una imagen desestructurada, nuestros padres están separados, Paco está separado, mi madre nos tuvo a nosotras y Paco adoptó una hija con otra mujer. Pero estoy segura de que si alguien se hubiese preocupado de verlo desde dentro, cambiaría totalmente de opinión, porque aunque a lo mejor no seamos el prototipo de familia “normal” nos queremos tanto… Nosotras queremos a Paco como un segundo padre, y a M. como una hermana, M. quiere a mi madre como una segunda madre, incluso se quieren como parte de una misma familia: mi padre y Paco. Y ahora de repente alguien que no nos conoce, ni quiero hacerlo, decide que este entorno no es bueno para ella. Y aquí nos quedamos todos, temiendo que ella pueda sentir que la hemos abandonado, de igual forma que nosotras sentimos que nos la han raptado, que de la noche a la mañana nos la han quitado. Y solo con pensar que a lo mejor no es feliz, no poder protegerla, no ser parte de su vida, ni de sus decisiones nos hace sentir impotentes. Porque sabemos que con nosotros a su lado lo sería. Y ahora, lo único que podemos hacer es esperar a que alguien nos escuche, nos entienda, nos ayude. Elena e Irene |
En realidad fueron dos juicios. El primero de medidas cautelares para pedir el retorno inmediato de la nena, el segundo el juicio principal. En total seis horas en el primer caso y cinco en el segundo. Once horas en las que aporto muchísimas pruebas y testigos. Por parte de la Administración tan sólo la declaración de las tres funcionarias implicadas, ninguna de las cuales había tratado ni conocía para nada a la nena.
Aporto un dictamen de una psicóloga clínica que conocía a la nena por la relación de amistad que nos une. Otro extenso dictamen de un psicólogo experto y profesor en la Universidad. Los dos declaran exhaustivamente. De la monitora del autobús que traía a la nena cada día y que era testigo de cómo se lanzaba en mis brazos cada tarde. Explica que retenían el autobús cada día unos minutos porque era un espectáculo. Declara mi compañera, que evidencia que sólo había amor y amor en nuestro entorno. Declara la tutora del colegio, que explica cómo mi hija era una nena feliz, cómo sus amiguitas preguntan por ella, y –en medio de lágrimas- pide su retorno. Declara otra doctora en psicología clínica que ha elaborado un exhaustivo informe sobre mi persona. Aporto un informe de un experto en este ámbito en otra comunidad autónoma que explica cuál la praxis habitual.
Aporto más de cuarenta cartas de apoyo de todo tipo: de familiares, de amigos, de vecinos, de compañeros de trabajo, de personas que me han tratado y conocían mi vida.
Aporto fotografías. Aporto informes del colegio que ni la propia Administración tiene. Aporto dos informes de pediatras que trataban a la nena, también desconocidos por la Administración. Aporto dos informes del Síndic de Greuges, conocidos pero ignorados por los responsables de la Administración. Aporto calendarios que demuestran que la nena convivía conmigo de una manera extraordinaria.
La Administración no aporta un solo testigo, un solo documento, nada de nada que demuestre el más mínimo problema de la nena. No lo aporta porque no lo hubiera podido encontrar, y porque no lo necesita: le basta con las dudas, las sospechas, las llamadas anónimas, el argumento legal de ser los tutores de la nena y por tanto poder decidir lo que quieran.
Once horas de juicio en las que mi abogada incide por activa y por pasiva en la barbaridad que se está haciendo: desde el punto de vista del sentido común, del bienestar de la nena o del estrictamente técnico y jurídico. Pero es difícil defender cuando no se sabe de qué, cuando no hay una acusación concreta que rebatir.
Once horas en las que no paro de preguntarme qué justifica el daño que le hacen a mi hija. Pero son las reglas del juego y la Administración lo sabe. Una jueza que no ha visto a la nena y que no ha hablado nunca conmigo. Una abogada de la parte contraria que curiosamente es un despacho privado (la Administración le encarga el caso) y que sólo ha visto papeles y papeles.
Y al final una sentencia breve. Que no comenta nada de mi inmensa prueba documental aportada. Que habla de un problema humano de gran contenido ético y moral. Una sentencia que desestima mi demanda.
La sentencia está recurrida y sigue su largo camino judicial.
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