Un grupo de guardias permanece en formación ante una escuela primaria en la provincia china de Jiangsu.- REUTERS
Desde el pasado marzo, China se ha visto sacudida por una oleada de ataques a cuchilladas en escuelas, que han dejado 15 niños y dos adultos muertos, y más de 60 heridos. La sucesión de asaltos ha provocado escalofríos entre padres y dirigentes políticos, en este país en el que la mayoría de las familias solo pueden tener un hijo por la política de control de natalidad, y ha desembocado en la imposición de estrictas medidas de seguridad en los colegios.
En las últimas semanas, han sido reforzadas las medidas de seguridad en los centros de enseñanza por todo el país, con el despliegue de cámaras de vigilancia, guardas adicionales en las entradas, restricciones al acceso y el cierre de bares cercanos. En Shunyi, uno de los distritos de Pekín, más de 700 padres y otras personas, algunos de ellos con palos, están colaborando en las labores de vigilancia, según la prensa china. La policía de Chongqing, en el centro del país, ha recibido orden de "disparar a matar" contra quien intente dañar a niños.
Los incidentes cuestionan la tan aireada, por parte del Gobierno, existencia de una sociedad armoniosa, y, según académicos e investigadores, revelan las trágicas consecuencias de ignorar las enfermedades mentales y las tensiones derivadas de las tremendas desigualdades creadas por el rápido desarrollo en las últimas décadas.
El Partido Comunista Chino ha hecho de la estabilidad social uno de los ejes de su política interior con objeto de continuar el avance económico, y cualquier información que pueda alterarla o cuestionar el papel del partido es debidamente tamizada. De ahí que si inicialmente los medios de comunicación oficiales han dado cobertura a la ola de violencia, posteriormente han limitado las noticias, borrándolas de muchas páginas web o relegándolas a lugares menos prominentes. Con un objetivo añadido: evitar el efecto de imitación ante otros potenciales ataques.
La frustración por las injusticias sociales, la corrupción y la escasez de canales legales para denunciar problemas o abusos, en un país donde policía, tribunales y Gobiernos locales no funcionan de forma independiente y los sobornos son frecuentes, crean el caldo de cultivo en el que crece esta violencia, según los expertos.
"China está en un proceso de transformación social, con la emergencia de diferentes conflictos. Si los Gobiernos central y locales no hacen frente a los ataques contra niños, otros colectivos débiles serán también víctimas", afirma Bu Wei, investigadora sobre temas de la infancia en la Academia China de Ciencias Sociales.
Así lo ha reconocido el propio primer ministro, Wen Jiabao, quien el mes pasado aseguró que entre las causas de la violencia están la brecha entre ricos y pobres, las contradicciones sociales y los métodos de resolución de disputas.
A ello se suma la carencia de un sistema adecuado para tratar a personas con enfermedades mentales. Según un estudio publicado el año pasado en la revista británica The Lancet, 173 millones de chinos (el 17,5% de la población) padecen algún tipo de trastorno mental; de ellos, el 91% nunca ha recibido ayuda profesional.
El pasado 12 de mayo, un hombre armado con un gran cuchillo de cocina entró en una guardería en un pueblo de la provincia central de Shaanxi y la emprendió a machetazos. Mató a siete niños y dos adultos. El asesino, Wu Huanming, de 48 años, volvió acto seguido a su casa y se suicidó.
Wu era dueño de la propiedad utilizada por la escuela, que acogía solo a unos 20 estudiantes, y había tenido fuertes discusiones con el director -que fue uno de los asesinados- porque quería poner fin al contrato de alquiler, según la agencia china Xinhua. Wu había arrendado la casa para la guardería sin permiso de las autoridades.
Fue el quinto asalto violento contra estudiantes desde finales de marzo, cuando un antiguo médico local, con antecedentes de problemas mentales, acuchilló hasta la muerte a ocho niños en una escuela primaria en la provincia costera de Fujian. El autor ha sido ejecutado.
Expertos y profesores afirman que los criminales se dirigen contra niños porque son los más vulnerables. "Los niños son el eslabón más débil de la sociedad y es mucho más fácil
lograr una gran repercusión", asegura el director de un colegio en Taizhou, municipalidad de la provincia costera de Jiangsu en la que se produjo uno de los ataques, que pide que no se cite su nombre.
En China, la criminalidad violenta es relativamente baja, aunque, según las estadísticas oficiales, el año pasado aumentó un 10%, hasta 5,3 millones de casos de homicidios, robos y violaciones; la primera vez que crecen desde 2001.
Algunos expertos creen que estas cifras no son fiables, y que los crímenes no han cesado de aumentar desde 1980, cuando comenzaron las reformas económicas. Según dicen, los Gobiernos locales manipulan los números, pero Internet y los teléfonos móviles hacen cada vez más difícil ocultar la información.
En el país que más personas ejecuta en el mundo, los asaltantes se enfrentan a la máxima pena aunque en su ataque no se haya producido ninguna víctima mortal. Xu Yuyuan, de 47 años, fue ejecutado el 30 de mayo por herir con un cuchillo a 29 niños y tres profesores en Taizhou en abril. Xu dijo que actuó por rabia contra la sociedad, tras perder dinero con el juego y en algunos negocios. "El crecimiento de la economía china ha captado la atención del mundo, pero el Gobierno debería enfatizar también un desarrollo sostenible orientado hacia la gente", afirma Bu.
Comentarios