Las niñas fueron declaradas en situación de abandono y poco después enviadas a España
En 2008, la Comunidad de Madrid le retiró a Niños sin Fronteras la licencia para tramitar adopciones con Nepal
La policía india investiga al jefe de Preet Mandir y a las autoridades locales por varios delitos, entre ellos el secuestro de menores
Kisabai Lokhande vende verduras en Karad, en el Estado indio de Maharashtra. (ATC)
Kisabai Lokhande tiene más de 60 años y ha perdido a dos de sus nietas, seguramente para siempre. En Karad, una ciudad de medio millón de habitantes situada en el oeste de la India, vende verduras en un puesto callejero.
La madre las niñas desapareció en el año 2000; su padre murió en 2002 y Lokhande asumió entonces el cuidado de las pequeñas. Ante la imposibilidad de costear su educación, en julio de 2004 decidió enviarlas a un centro de acogida ubicado en Satara, a unos 55 kilómetros de distancia. Seis días más tarde, las autoridades indias trasladaron a las menores a la institución privada Preet Mandir, dedicada principalmente a las adopciones internacionales. En septiembre de 2004, apareció un anuncio en un periódico local encomendando a hacer acto de presencia a quien deseara responsabilizarse de las pequeñas, y eso a pesar de que los funcionarios conocían el lugar de residencia de Lokhande, disponían de todos sus datos y sabían que es analfabeta. En diciembre, las niñas fueron declaradas en situación de abandono. Poco después, y sin que mediase una sola firma de su abuela, tenían familia nueva: en España.
Así se relatan los hechos en la denuncia que por secuestro de menores ha interpuesto Lokhande, con la ayuda de algunas ONG, contra las autoridades indias, Preet Mandir y la agencia de adopción española Niños sin Fronteras. La batalla de esta mujer se ha convertido en un verdadero fenómeno en el país y, sin embargo, sus posibilidades de éxito son escasas.
“Claro que en los juicios o ante la prensa Kisabai pide que las niñas vuelvan: es lo que tiene que decir. Pero, cuando hablas con ella en privado, es consciente de que no eso no va a pasar. La ONG que la apoya le ha explicado que ningún tribunal va a asumir la responsabilidad de sacar a esas menores de España, donde llevan ya cinco años, y devolverlas a la pobreza en la que vive su abuela”, dice Roelie Post, directora de la organización Against Child Trafficking (ATC). “Si las niñas regresasen, ¿qué haría usted?”, le preguntó el juez a Lokhande. “¿Que qué haría?”, respondió la abuela, “yo las mandé lejos para que estudiaran. Ahora irían sólo a una escuela normal, y las tendría siempre bien a la vista”.
Lokhande se siente culpable. Las pequeñas estaban a su cargo. Cuando la madre de las menores reapareció, éstas ya habían sido dadas en adopción. Un último encuentro con sus hijas le fue denegado, y murió hace unos meses. “Si no puede ser de otro modo, ¡déjenme por lo menos que las vea en fotos!”, pidió Lokhande. “Está desesperada y mal de salud, todo esto le ha afectado enormemente. En última instancia, se conforma con saber que las niñas se encuentran bien. Se preocupa muchísimo, como lo haría cualquier abuela”, relata Post.
“Yo las mandé a Satara para que estudiaran, no para darlas en adopción”, asegura Lokhande. (ATC)
Un día, la directora de ACT cogió el teléfono y llamó al padre adoptivo de las nietas de Lokhande. “Al principio, se quedó muy sorprendido y me preguntó que cómo había sabido de ellos. Yo le dije, ‘¡échele un vistazo a la prensa india! El caso de sus hijas adoptivas está por todas partes’. Entonces, le expuse el motivo de mi llamada, le hablé de Kisabai, y me quedé atónita ante la respuesta tan fría que recibí. Me dijo que las niñas estaban bien, que no había razones para preocuparse, que eran una familia feliz y que no querían saber nada de ninguna abuela”.
Los padres adoptivos se esfuerzan por establecer con sus hijos vínculos similares a los que se darían en una paternidad biológica. “Cualquier cosa que pueda poner en peligro esa relación les da un miedo terrible. Por eso, muchos deciden irse al extranjero: porque, a través de la distancia, creen que reducen las posibilidades de que un día alguien- un padre, una madre, un tío- llame a la puerta preguntando por sus pequeños”, explica Post, “sin embargo, estas niñas salieron de la India con seis y once años. Ambas conservan recuerdos de su vida anterior a España: se acuerdan de su padre, de su madre y también de su abuela.”
“A su madre ya no podrán volver a verla, y seguramente tampoco Kisabai viva muchos años más”, advierte la experta, “y un día, las niñas se preguntarán por sus raíces- casi todos los hijos adoptivos se preguntan en algún momento por sus raíces-, pondrán su nombre indio en Goolge, o el de Kisabai Lokhande, y descubrirán que sus padres adoptivos se negaron a que mantuvieran el contacto con ellas. Quizás entonces también para su abuela sea ya demasiado tarde. ¿Se imagina lo que es eso?”.
Dice el Convenio de la Haya para la Protección de la Infancia en el Ámbito de las Adopciones Internacionales [PDF], que han ratificado la India y también España, que ningún niño puede ser dado en adopción sin que “las personas, instituciones y autoridades cuyo consentimiento se requiera […] hayan sido convenientemente asesoradas y debidamente informadas de las consecuencias de dicho consentimiento”, haber sido éste otorgado “libremente” y no “revocado”.
Lokhande nunca fue asesorada ni otorgó consentimiento alguno. Tampoco era necesario, resolvió en noviembre de 2009 la Corte Superior de Mumbai: al haber concluido en su día autoridades indias que la mujer no estaba en condiciones de ocuparse de sus nietas, dejó de encontrarse entre las personas cuyo sí se requería.
Varias veces visitó Lokhande a las niñas en Preet Mandir sin que nadie le advirtiera, según sostiene, de que estaban allí esperando a la adopción. “Mi nieta mayor me dijo que no me preocupara porque en Preet Mandir las trataban bien. La gente de Preet Mandir me dijo que no me preocupara por mis nietas y que no fuera a verlas porque yo era pobre y eso era despilfarrar el dinero en viajes”, narró la abuela a la cadena CNN-IBN. Si pasados 30 días desde la publicación del citado anuncio en la prensa local nadie se responsabilizaba de las menores, éstas podían darse por abandonadas y aptas para su entrega a una familia foránea.
Preet Mandir lleva tiempo esquivando todo tipo de acusaciones. En 2006, la CNN había emitido otro reportaje, dedicado a la compraventa de menores en la India, en el que una mujer irlandesa contaba como el director de esta organización, J. S. Bhasin, le había ofrecido elegir el sexo, el color de piel y de ojos y la edad del niño que deseaba adoptar a cambio dinero y una botella de Black Label. “Sólo de Preet Mandir obtenemos al menos 20 bebés por año”, aseguraba mientras tanto a los reporteros encubiertos un español llamado Xavier.
A Niños sin Fronteras la Comunidad de Madrid le retiró en 2008 la licencia para tramitar adopciones con Nepal [PDF], tras repetidas denuncias de irregularidades. El permiso para trabajar con la India lo sigue conservando.
Y con todo, las cosas pueden estar cambiando y quizás algo de viento sople ahora a favor de Lokhande. Hace apenas unos días, a finales de mayo de 2010, la Oficina Central de Investigación de la India decidió abrir oficialmente un caso en contra del jefe de Preet Mandir, las autoridades locales de protección de la infancia y otras personas más, aún en el anonimato. La sospecha que sobre ellos pesa: haber engañado a padres que creían estar dejando a sus hijos en buenas manos con el objetivo de destinar a esos menores a la adopción internacional. O, describiéndolo con palabras técnicas: conspiración criminal con secuestro, extorsión, malversación, estafa, falsificación de documentos, uso de documentos falsificados y abuso de poder por parte de funcionarios públicos.
Convenio vs. Convención
Entre el Convenio de la Haya y la Convención de Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño existen algunas diferencias de planteamiento. El segundo documento se basa en el principio de que la adopción internacional debe ser la última de las opciones: prioridad obtiene la permanencia del menor en su país de origen, siempre que ésta sea posible, lo que incluye agotar alternativas como las familias temporales o las casas de acogida.
Tras el Convenio subyace, por el contrario, la idea de que la marcha al extranjero no ha de ser el primero de los destinos para un niño en desamparo, pero tampoco el último: el cuidado transitorio, ya sea en instituciones públicas o privadas o en casas particulares, ocupa el lugar más postrero. Así, algunos de los países que han ratificado este texto y aceptan el envío de sus menores a terceros países- entre los que no se encuentra ningún Estado de Europa occidental- establecen plazos (de por ejemplo, seis meses), tras los cuales un menor puede ser entregado a la adopción si sus parientes no lo visitan en el centro u hogar ajeno en el que se encuentre.
Un recurso de engaño con frecuencia utilizado, denuncian las ONG, consiste en no advertir a los padres biológicos de la existencia de dichos plazos, cumplidos los cuales pueden perder todos los derechos sobre sus hijos.
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