La tinerfeña Carmen Rodríguez cuenta cómo le arrebataron a su hijo en 1968 en una clínica de Cádiz. Un fiscal investiga su caso junto al de otras nueve madres engañadas por una red
Carmen (i) será abuela en pocos días, cuando Yurema, su hija de a luz a Lucía. josé luis gonzález
Carmen Rodríguez se siente hundida, culpable. Sentada en un sillón de su apartamento del casco de La Laguna, rodeada del agradable aroma a café que invade la sala, acaricia la barriga de su hija, Yurema, que en pocos días la convertirá en abuela. Por un momento sonríe, pero luego deja paso a los reproches y se recrimina otra vez no haber tenido coraje, en 41 años, para visitar la tumba de su hijo. "De sólo pensarlo, me entraba escalofrío", confiesa. Hace un mes, su pasado volvió a escribirse. Acudió finalmente al cementerio y descubrió con horror que su pequeño Jesús nunca fue enterrado.
En el verano de 1968, esta mujer lagunera y su marido se trasladaron por motivos laborales a La Línea (Cádiz). Ella estaba embarazada de su segundo hijo. Todo iba bien hasta que pocos días antes de dar a luz comenzó a sentirse mal y recurrió a su ginecólogo en la clínica Inmaculada. "Me dijo que veía una sombra que no le gustaba y me mandó a casa", recuerda. En la noche del 14 de noviembre, dos días antes de que su hijo mayor cumpliera un año, comenzó a tener contracciones. Como el matrimonio no conocía a nadie que pudiera cuidar al pequeño, tuvieron que dejarlo solo en casa. Eso la preocupaba, pero se sintió tranquila tras un parto rápido y sin complicaciones. El bebé pesó cuatro kilos y era moreno y robusto. Sin embargo, a los pocos minutos, la matrona le comunicó que estaba muerto.
"Yo no lo oí llorar. Me lo mostraron vestido con el ajuar que le había llevado y me fijé que tenía una llaga en el cachete izquierdo. Todo fue tan rápido que me quedé bloqueada", confiesa entre sollozos la mujer. Tenía 24 años y, al igual que su marido, se sentía desolada y confundida. En la clínica les propusieron encargarse de todo. Aceptaron agradecidos el ofrecimiento. Pocos días después, Carmen fue dada de alta de la Inmaculada. Nunca le entregaron ningún papel que certificara la defunción o la sepultura de su hijo.
El mes pasado, el programa Espejo Público, de Antena 3, desveló un caso idéntico al suyo. Las hermanas Flor y Cristina Carrasco contaron que su madre había tenido mellizos en 1967, en la misma clínica y con el mismo médico que Carmen. A ella también le dijeron que los bebés habían muerto al nacer y se negaron a mostrárselos. Con mucha insistencia, la abuela de los Carrasco pudo ver uno de los cadáveres. Le llamó la atención que el cuerpo fuera excesivamente robusto y que tuviera una llaga en el cachete izquierdo. Todo se quedó en una sospecha. Le hicieron incluso una foto. Cuando se le mostró a Carmen Rodríguez durante la entrevista para este reportaje, ella le vio muchas parecidos con su hijo. Su hija saltó rápidamente para aclararle: "Pero, mamá, cómo va a ser tu hijo si ese bebé nació un año antes". La madre asintió asumiendo que no podía ser ése su bebé.
Nuevos casos
Hasta la emisión de ese programa, las hermanas Carrasco tenían datos de otros cuatro casos en La Línea e intuían que cuando su historia se difundiera a través los medios de comunicación, aparecerían muchos más. Y así fue. Otras seis familias, incluida la de Carmen Rodríguez, comenzaron a ponerse en contacto entre ellas para comentar sus sospechas sobre las dudosas muertes de neonatos en la clínica de La Línea. La bola había comenzado a rodar, lo que se confirmaba cuando la Fiscalía de Algeciras abría diligencias de oficio para investigar si, entre 1960 y 1981, esas madres habían sido engañadas por una red de venta de bebés.
Carmen, por su parte, no dudó nunca de lo sucedido en aquel quirófano de Cádiz. Asegura que "en aquella época, era relativamente común que te dijeran que un bebé había muerto en el parto". De hecho, a todos los pequeños que fallecían en esas circunstancias se los solía bautizar como Jesús o María.
Tampoco el hecho de que se tratara de algo habitual lo hizo más fácil de asumir. "Nunca me pude recuperar de esa tragedia", subraya Carmen. Pronto volvió a quedar embarazada. Quería tener sus hijos seguidos y la idea de tener otro bebé le dio esperanza. Además de Jesús, Carmen dio a luz a otros cuatro: tres varones que hoy tienen 42, 40 y 39 años, y la mencionada Yurema, de 32.
Precisamente, Yurema le insistió durante años que fuera a visitar a Jesús al cementerio. Incluso se ofreció a acompañarla, pero nunca la convenció. "Yo quería que fuera porque me parecería que le haría bien", apunta la joven. Aquel recuerdo trágico, que siempre acompañó a su madre, se hacía todavía más fuerte cuando llegaba un aniversario. "Nos decía: ´Hoy su hermano cumpliría tantos años´. Así, hasta que el año pasado, justo el 14 de noviembre, le conté que estaba embarazada. Fue la única vez que no hablamos de Jesús en esa fecha", rememora.
Pero su embarazo se constituyó también en la causa por la que fue Yurema la que vio el reportaje de Antena 3. "Estaba de baja y me puse a mirar la tele. A medida que escuchaba los detalles de la historia que estaban tratando me iba sorprendiendo más y más por las similitudes con respecto a lo que le había sucedido a mi madre. No me lo podía creer. En cuando terminó, la llamé y se lo conté todo".
Cuando Carmen recibió la llamada estaba en Cádiz. Había viajado a visitar a las vecinas con las que compartió los 17 años que residió en la costa gaditana, al lado de Gibraltar, entre 1968 y 1985.
La insistencia de su hija después de escuchar el relato de las Carrasco le dio la fuerza que necesitaba para atravesar el portal del cementerio de San José, en La Línea. "Me atendió un funcionario vestido de gris. Le di los datos y trajo un libro muy viejo, con las hojas bastante dañadas. Buscó y rebuscó, y como no encontraba nada me preguntó si estaba segura de la fecha. Cómo podía pensar ese hombre que yo no recordaría la fecha del nacimiento de mi hijo".
Durante la visita le confirmaron que no había ningún Rodríguez en todo el mes de noviembre del 68 y que por el nombre completo tampoco constaba nadie ese año. "Fue terrible. Lo único que atiné a hacer fue llamar a mi hija y decirle que el niño no estaba allí". Carmen colgó, lloró desconsolada y caminó aturdida los cuatro kilómetros de vuelta hasta la casa de la amiga que la hospedaba. Mientras rememora aquel fatídico día vuelve a quebrarse. "Parecía que no tenía cuerpo. Me sentía vacía. Me preguntaba cómo podía haber abandonado a mi niño durante tantos años", se recrimina entre sollozos.
El parto que nunca existió
Ahora, de lo que Carmen sí está segura es de que se equivocó al confiar en los médicos que la atendieron. También se arrepiente de no haber tenido fuerzas en todo este tiempo para acercarse al lugar donde, supuestamente, descansaba el cuerpo de su hijo. En realidad, su historia fue igual a las demás de La Línea. Ninguna de las otras madres sospechó. Y no fue hasta que Adela Carrasco falleció, hace cuatro años, cuando sus hijas comenzaron a desovillar la madeja.
El pequeño de los Carrasco tenía un nicho en el mismo cementerio al que Carmen acudió en mayo en busca de su Jesús. Las hermanas viajaban una vez al año desde el País Vasco, donde residen actualmente, para ponerle flores, hasta que en una ocasión se encontraron con que tras unas reformas el nicho había desaparecido. Cuando su madre murió, hace cuatro, pensaron en poner el nombre del bebé en la lápida de ella, pero para su sorpresa el pequeño no existía para los registros del cementerio. "Creen que el nicho estuvo siempre vació", precisa Carmen, conocedora de esa otra historia.
La familia Carrasco tuvo el convencimiento, entonces, de que los mellizos estaban vivos. "Mi madre fue privada de dos de sus hijos para, supuestamente, darlos en adopción a familias pudientes", explicó Cristina Carrasco a un medio vasco. Esta malagueña residente en Irún se propuso hacer que su historia se conociera con la esperanza de reencontrarse con sus hermanos y, también, con la certeza de que habría otras familias en su misma situación.
A través de Cristina, Carmen Rodríguez contactó con otras madres afectadas. Ella la asesoró sobre los pasos que debía seguir para averiguar más. Así, acudió al Archivo Histórico de La Línea y comprobó que en los registros de la clínica no había ni rastro de su maternidad. Estupefacta, comprobó que "oficialmente, no había parido". También fue al Registro Civil y todavía está a la espera de que le confirmen si el suceso se notificó como un aborto.
Adopciones clandestinas
Nunca esperó una noticia como ésta, pero tampoco lamenta haberse enterado. Lo que esta mujer lagunera hubiera querido es saberlo antes. "Ahora que lo sé, estoy dispuesta a dar la cara y llegar hasta el final para que los responsables de esta atrocidad se enfrenten a la justicia", advierte
En los acontecimientos que se investigan en Cádiz hay muchos puntos en común con lo que sucedió en la tristemente famosa clínica San Ramón de Madrid. En ese centro sanitario, y después se ha sabido que en muchos más de toda España, se robaban bebés para darlos en adopción de forma ilegal. A las madres las sedaban durante el parto y cuando despertaban, les mentían diciendo que sus hijos habían muerto y mostrándoles alguno de los cadáveres que guardaban en el congelador. En manos de monjas y médicos de prestigio, el contrabando de bebés se puso en marcha principalmente con madres solteras y en situación de marginalidad. Pero la demanda hizo que se generalizara. "Esos niños de San Ramón tienen la opción de darse cuenta de que sus padres no son los biológicos si descubren que figuran como adoptados. Para los nuestros, la única alternativa de saber la verdad está en quienes los criaron. Ahora se sabe que a las mujeres a las que se los vendieron los registraban como suyos", se lamenta la tinerfeña.
En los diez casos que se han sabido hasta ahora, el patrón de familia es el mismo: matrimonios humildes, que habían emigrado de otras regiones de España y no tenían un soporte familiar o social en la ciudad. Sólo hay un caso que rompe esta regla. Los primeros bebés que se sospecha que pudieron ser vendidos nacieron en los 60. Todos los casos de La Línea se dieron en hospitales y clínicas en las que trabajaban los mismos ginecólogos. Uno de ellos ya falleció y el otro ha negado que trabajara en esos centros.
La complicidad de los médicos era imprescindible para el negocio. Las familias saben ahora que los bebés robados se vendían a 250.000 pesetas. Con esa cantidad, en la España de los 60 se podían comprar dos pisos de lujo.
La familia tinerfeña tenía un seguro privado que cubría todos los gastos funerarios y no tuvo que pagar nada. Pero la codicia llegó a tal extremo que otras han relatado que las coaccionaban para que pagaran 500 pesetas por una cajita, bajo amenaza de enterrar a sus pequeños en cajas de zapatos. "Se quedaban hasta con el ajuar que les llevábamos", agrega Carmen.
Algunos vecinos también se han acercado a las madres para aportar otras pistas que dan a entender la organización corrupta que escondió las desapariciones durante décadas. "Nos contaron que el sepulturero que atendió el cementerio durante esos años solía jactarse de que él, por 20 duros, hacía lo que fuera". Incluso, la funeraria de La Línea estuvo cerrada durante años al destaparse un escándalo por falsos enterramientos.
Dos décadas de engaños
La desaparición de Jesús, junto con la de los mellizos de la familia Carrasco, es uno de los casos más antiguos. El más reciente se destapó en 1981, cuando Arturo Reyes, un fotógrafo gaditano, tuvo que abrir el nicho en el que estaba su hijo, por unas reformas en el cementerio. Encontró una caja vacía.
Carmen lo ha pasado mal durante las últimas semanas. "Pero ahora tengo una pequeña ilusión: ¿Y si estuviera vivo?", se pregunta queriendo imaginar a su hijo convertido en hombre con una vida feliz, aunque sea lejos de la familia que tanto lloró por él. Lucha por mantener la calma y disfrutar de la alegría que siente por el inminente nacimiento de su nieta Lucía. "La pequeña me dará mucha vida", afirma y añade: "también me dará la oportunidad de abrazarla tantas veces como hubiera querido hacer con mi pequeño".
Un pueblo pegado a Gibraltar en el que desaparecía de todo
Entre 1960 y 1980, una mujer podía ir a dar a luz a una clínica y salir pensando que su bebé había muerto, mientras otra que había entrado con una barriga postiza y 250.000 pesetas se llevaba al crío y los papeles que certificaban que era su madre biológica.
Eso es lo que creen que pasó en La Línea de la Concepción, un pueblo pesquero de Cádiz pegado a Gibraltar, al que Carmen Rodríguez llegó, en 1968. Una vez allí, lo que se encontró fue pobreza y marginalidad. "Lo único que abundaba era la prostitución y el contrabando", precisa la mujer. La ubicación de este enclave lo convertía en un punto estratégico para el comercio internacional de todo tipo de mercancías, y también el de bebés. "Nosotros veíamos las embarcaciones de los contrabandistas en la misma playa. Ni siquiera tenían necesidad alguna de ocultarse", recuerda la canaria.
En los sesenta, una gran parte de los habitantes de aquella zona de la costa gaditana eran "tan pobres que cuando mis hijos salían a la calle comiendo bocadillos, los seguían otros chiquillos para pedirles que se los regalaran", señala Carmen mientras su hija Yurema apunta otro dato ilustrativo: "A mis hermanos le llegaron a poner una navaja en el cuello para robarles un lápiz y una goma".
Los robos eran tan habituales, dice esta familia de La Laguna, que cuando un día le robaron el motor a un avión que había aterrizado en el aeropuerto, a nadie pareció sorprenderle.
Carmen Rodríguez llegó a esa ciudad junto a su marido y su hijo mayor. Y fue allí donde nacieron sus otros hijos, tres varones y una niña.
Su primer parto en La Línea fue trágico. Ocurrió en 1968. Le dijeron que el bebé había muerto al nacer y que sería enterrado en el cementerio de San José. En mayo de este año, 41 años después, ha comprobado personalmente que su bebé nunca tuvo una sepultura en ese lugar.
Sospecha haber sido engañada, al igual que otras diez familias que han pasado por situaciones muy similares. Cree que su pequeño podría haber sido vendido por una red de tráfico.
Por lo que ha podido saber a partir de ese funesto descubrimiento, los niños eran vendidos a familias pudientes de Barcelona, Madrid, Bilbao y Ceuta e incluso muchos eran llevados hasta Francia e Inglaterra.
Fuente: http://www.laopinion.es/sociedad/2010/06/27/jesus-bebe-tumba/292250.html
Carmen (i) será abuela en pocos días, cuando Yurema, su hija de a luz a Lucía. josé luis gonzález
Carmen Rodríguez se siente hundida, culpable. Sentada en un sillón de su apartamento del casco de La Laguna, rodeada del agradable aroma a café que invade la sala, acaricia la barriga de su hija, Yurema, que en pocos días la convertirá en abuela. Por un momento sonríe, pero luego deja paso a los reproches y se recrimina otra vez no haber tenido coraje, en 41 años, para visitar la tumba de su hijo. "De sólo pensarlo, me entraba escalofrío", confiesa. Hace un mes, su pasado volvió a escribirse. Acudió finalmente al cementerio y descubrió con horror que su pequeño Jesús nunca fue enterrado.
En el verano de 1968, esta mujer lagunera y su marido se trasladaron por motivos laborales a La Línea (Cádiz). Ella estaba embarazada de su segundo hijo. Todo iba bien hasta que pocos días antes de dar a luz comenzó a sentirse mal y recurrió a su ginecólogo en la clínica Inmaculada. "Me dijo que veía una sombra que no le gustaba y me mandó a casa", recuerda. En la noche del 14 de noviembre, dos días antes de que su hijo mayor cumpliera un año, comenzó a tener contracciones. Como el matrimonio no conocía a nadie que pudiera cuidar al pequeño, tuvieron que dejarlo solo en casa. Eso la preocupaba, pero se sintió tranquila tras un parto rápido y sin complicaciones. El bebé pesó cuatro kilos y era moreno y robusto. Sin embargo, a los pocos minutos, la matrona le comunicó que estaba muerto.
"Yo no lo oí llorar. Me lo mostraron vestido con el ajuar que le había llevado y me fijé que tenía una llaga en el cachete izquierdo. Todo fue tan rápido que me quedé bloqueada", confiesa entre sollozos la mujer. Tenía 24 años y, al igual que su marido, se sentía desolada y confundida. En la clínica les propusieron encargarse de todo. Aceptaron agradecidos el ofrecimiento. Pocos días después, Carmen fue dada de alta de la Inmaculada. Nunca le entregaron ningún papel que certificara la defunción o la sepultura de su hijo.
El mes pasado, el programa Espejo Público, de Antena 3, desveló un caso idéntico al suyo. Las hermanas Flor y Cristina Carrasco contaron que su madre había tenido mellizos en 1967, en la misma clínica y con el mismo médico que Carmen. A ella también le dijeron que los bebés habían muerto al nacer y se negaron a mostrárselos. Con mucha insistencia, la abuela de los Carrasco pudo ver uno de los cadáveres. Le llamó la atención que el cuerpo fuera excesivamente robusto y que tuviera una llaga en el cachete izquierdo. Todo se quedó en una sospecha. Le hicieron incluso una foto. Cuando se le mostró a Carmen Rodríguez durante la entrevista para este reportaje, ella le vio muchas parecidos con su hijo. Su hija saltó rápidamente para aclararle: "Pero, mamá, cómo va a ser tu hijo si ese bebé nació un año antes". La madre asintió asumiendo que no podía ser ése su bebé.
Nuevos casos
Hasta la emisión de ese programa, las hermanas Carrasco tenían datos de otros cuatro casos en La Línea e intuían que cuando su historia se difundiera a través los medios de comunicación, aparecerían muchos más. Y así fue. Otras seis familias, incluida la de Carmen Rodríguez, comenzaron a ponerse en contacto entre ellas para comentar sus sospechas sobre las dudosas muertes de neonatos en la clínica de La Línea. La bola había comenzado a rodar, lo que se confirmaba cuando la Fiscalía de Algeciras abría diligencias de oficio para investigar si, entre 1960 y 1981, esas madres habían sido engañadas por una red de venta de bebés.
Carmen, por su parte, no dudó nunca de lo sucedido en aquel quirófano de Cádiz. Asegura que "en aquella época, era relativamente común que te dijeran que un bebé había muerto en el parto". De hecho, a todos los pequeños que fallecían en esas circunstancias se los solía bautizar como Jesús o María.
Tampoco el hecho de que se tratara de algo habitual lo hizo más fácil de asumir. "Nunca me pude recuperar de esa tragedia", subraya Carmen. Pronto volvió a quedar embarazada. Quería tener sus hijos seguidos y la idea de tener otro bebé le dio esperanza. Además de Jesús, Carmen dio a luz a otros cuatro: tres varones que hoy tienen 42, 40 y 39 años, y la mencionada Yurema, de 32.
Precisamente, Yurema le insistió durante años que fuera a visitar a Jesús al cementerio. Incluso se ofreció a acompañarla, pero nunca la convenció. "Yo quería que fuera porque me parecería que le haría bien", apunta la joven. Aquel recuerdo trágico, que siempre acompañó a su madre, se hacía todavía más fuerte cuando llegaba un aniversario. "Nos decía: ´Hoy su hermano cumpliría tantos años´. Así, hasta que el año pasado, justo el 14 de noviembre, le conté que estaba embarazada. Fue la única vez que no hablamos de Jesús en esa fecha", rememora.
Pero su embarazo se constituyó también en la causa por la que fue Yurema la que vio el reportaje de Antena 3. "Estaba de baja y me puse a mirar la tele. A medida que escuchaba los detalles de la historia que estaban tratando me iba sorprendiendo más y más por las similitudes con respecto a lo que le había sucedido a mi madre. No me lo podía creer. En cuando terminó, la llamé y se lo conté todo".
Cuando Carmen recibió la llamada estaba en Cádiz. Había viajado a visitar a las vecinas con las que compartió los 17 años que residió en la costa gaditana, al lado de Gibraltar, entre 1968 y 1985.
La insistencia de su hija después de escuchar el relato de las Carrasco le dio la fuerza que necesitaba para atravesar el portal del cementerio de San José, en La Línea. "Me atendió un funcionario vestido de gris. Le di los datos y trajo un libro muy viejo, con las hojas bastante dañadas. Buscó y rebuscó, y como no encontraba nada me preguntó si estaba segura de la fecha. Cómo podía pensar ese hombre que yo no recordaría la fecha del nacimiento de mi hijo".
Durante la visita le confirmaron que no había ningún Rodríguez en todo el mes de noviembre del 68 y que por el nombre completo tampoco constaba nadie ese año. "Fue terrible. Lo único que atiné a hacer fue llamar a mi hija y decirle que el niño no estaba allí". Carmen colgó, lloró desconsolada y caminó aturdida los cuatro kilómetros de vuelta hasta la casa de la amiga que la hospedaba. Mientras rememora aquel fatídico día vuelve a quebrarse. "Parecía que no tenía cuerpo. Me sentía vacía. Me preguntaba cómo podía haber abandonado a mi niño durante tantos años", se recrimina entre sollozos.
El parto que nunca existió
Ahora, de lo que Carmen sí está segura es de que se equivocó al confiar en los médicos que la atendieron. También se arrepiente de no haber tenido fuerzas en todo este tiempo para acercarse al lugar donde, supuestamente, descansaba el cuerpo de su hijo. En realidad, su historia fue igual a las demás de La Línea. Ninguna de las otras madres sospechó. Y no fue hasta que Adela Carrasco falleció, hace cuatro años, cuando sus hijas comenzaron a desovillar la madeja.
El pequeño de los Carrasco tenía un nicho en el mismo cementerio al que Carmen acudió en mayo en busca de su Jesús. Las hermanas viajaban una vez al año desde el País Vasco, donde residen actualmente, para ponerle flores, hasta que en una ocasión se encontraron con que tras unas reformas el nicho había desaparecido. Cuando su madre murió, hace cuatro, pensaron en poner el nombre del bebé en la lápida de ella, pero para su sorpresa el pequeño no existía para los registros del cementerio. "Creen que el nicho estuvo siempre vació", precisa Carmen, conocedora de esa otra historia.
La familia Carrasco tuvo el convencimiento, entonces, de que los mellizos estaban vivos. "Mi madre fue privada de dos de sus hijos para, supuestamente, darlos en adopción a familias pudientes", explicó Cristina Carrasco a un medio vasco. Esta malagueña residente en Irún se propuso hacer que su historia se conociera con la esperanza de reencontrarse con sus hermanos y, también, con la certeza de que habría otras familias en su misma situación.
A través de Cristina, Carmen Rodríguez contactó con otras madres afectadas. Ella la asesoró sobre los pasos que debía seguir para averiguar más. Así, acudió al Archivo Histórico de La Línea y comprobó que en los registros de la clínica no había ni rastro de su maternidad. Estupefacta, comprobó que "oficialmente, no había parido". También fue al Registro Civil y todavía está a la espera de que le confirmen si el suceso se notificó como un aborto.
Adopciones clandestinas
Nunca esperó una noticia como ésta, pero tampoco lamenta haberse enterado. Lo que esta mujer lagunera hubiera querido es saberlo antes. "Ahora que lo sé, estoy dispuesta a dar la cara y llegar hasta el final para que los responsables de esta atrocidad se enfrenten a la justicia", advierte
En los acontecimientos que se investigan en Cádiz hay muchos puntos en común con lo que sucedió en la tristemente famosa clínica San Ramón de Madrid. En ese centro sanitario, y después se ha sabido que en muchos más de toda España, se robaban bebés para darlos en adopción de forma ilegal. A las madres las sedaban durante el parto y cuando despertaban, les mentían diciendo que sus hijos habían muerto y mostrándoles alguno de los cadáveres que guardaban en el congelador. En manos de monjas y médicos de prestigio, el contrabando de bebés se puso en marcha principalmente con madres solteras y en situación de marginalidad. Pero la demanda hizo que se generalizara. "Esos niños de San Ramón tienen la opción de darse cuenta de que sus padres no son los biológicos si descubren que figuran como adoptados. Para los nuestros, la única alternativa de saber la verdad está en quienes los criaron. Ahora se sabe que a las mujeres a las que se los vendieron los registraban como suyos", se lamenta la tinerfeña.
En los diez casos que se han sabido hasta ahora, el patrón de familia es el mismo: matrimonios humildes, que habían emigrado de otras regiones de España y no tenían un soporte familiar o social en la ciudad. Sólo hay un caso que rompe esta regla. Los primeros bebés que se sospecha que pudieron ser vendidos nacieron en los 60. Todos los casos de La Línea se dieron en hospitales y clínicas en las que trabajaban los mismos ginecólogos. Uno de ellos ya falleció y el otro ha negado que trabajara en esos centros.
La complicidad de los médicos era imprescindible para el negocio. Las familias saben ahora que los bebés robados se vendían a 250.000 pesetas. Con esa cantidad, en la España de los 60 se podían comprar dos pisos de lujo.
La familia tinerfeña tenía un seguro privado que cubría todos los gastos funerarios y no tuvo que pagar nada. Pero la codicia llegó a tal extremo que otras han relatado que las coaccionaban para que pagaran 500 pesetas por una cajita, bajo amenaza de enterrar a sus pequeños en cajas de zapatos. "Se quedaban hasta con el ajuar que les llevábamos", agrega Carmen.
Algunos vecinos también se han acercado a las madres para aportar otras pistas que dan a entender la organización corrupta que escondió las desapariciones durante décadas. "Nos contaron que el sepulturero que atendió el cementerio durante esos años solía jactarse de que él, por 20 duros, hacía lo que fuera". Incluso, la funeraria de La Línea estuvo cerrada durante años al destaparse un escándalo por falsos enterramientos.
Dos décadas de engaños
La desaparición de Jesús, junto con la de los mellizos de la familia Carrasco, es uno de los casos más antiguos. El más reciente se destapó en 1981, cuando Arturo Reyes, un fotógrafo gaditano, tuvo que abrir el nicho en el que estaba su hijo, por unas reformas en el cementerio. Encontró una caja vacía.
Carmen lo ha pasado mal durante las últimas semanas. "Pero ahora tengo una pequeña ilusión: ¿Y si estuviera vivo?", se pregunta queriendo imaginar a su hijo convertido en hombre con una vida feliz, aunque sea lejos de la familia que tanto lloró por él. Lucha por mantener la calma y disfrutar de la alegría que siente por el inminente nacimiento de su nieta Lucía. "La pequeña me dará mucha vida", afirma y añade: "también me dará la oportunidad de abrazarla tantas veces como hubiera querido hacer con mi pequeño".
Un pueblo pegado a Gibraltar en el que desaparecía de todo
Entre 1960 y 1980, una mujer podía ir a dar a luz a una clínica y salir pensando que su bebé había muerto, mientras otra que había entrado con una barriga postiza y 250.000 pesetas se llevaba al crío y los papeles que certificaban que era su madre biológica.
Eso es lo que creen que pasó en La Línea de la Concepción, un pueblo pesquero de Cádiz pegado a Gibraltar, al que Carmen Rodríguez llegó, en 1968. Una vez allí, lo que se encontró fue pobreza y marginalidad. "Lo único que abundaba era la prostitución y el contrabando", precisa la mujer. La ubicación de este enclave lo convertía en un punto estratégico para el comercio internacional de todo tipo de mercancías, y también el de bebés. "Nosotros veíamos las embarcaciones de los contrabandistas en la misma playa. Ni siquiera tenían necesidad alguna de ocultarse", recuerda la canaria.
En los sesenta, una gran parte de los habitantes de aquella zona de la costa gaditana eran "tan pobres que cuando mis hijos salían a la calle comiendo bocadillos, los seguían otros chiquillos para pedirles que se los regalaran", señala Carmen mientras su hija Yurema apunta otro dato ilustrativo: "A mis hermanos le llegaron a poner una navaja en el cuello para robarles un lápiz y una goma".
Los robos eran tan habituales, dice esta familia de La Laguna, que cuando un día le robaron el motor a un avión que había aterrizado en el aeropuerto, a nadie pareció sorprenderle.
Carmen Rodríguez llegó a esa ciudad junto a su marido y su hijo mayor. Y fue allí donde nacieron sus otros hijos, tres varones y una niña.
Su primer parto en La Línea fue trágico. Ocurrió en 1968. Le dijeron que el bebé había muerto al nacer y que sería enterrado en el cementerio de San José. En mayo de este año, 41 años después, ha comprobado personalmente que su bebé nunca tuvo una sepultura en ese lugar.
Sospecha haber sido engañada, al igual que otras diez familias que han pasado por situaciones muy similares. Cree que su pequeño podría haber sido vendido por una red de tráfico.
Por lo que ha podido saber a partir de ese funesto descubrimiento, los niños eran vendidos a familias pudientes de Barcelona, Madrid, Bilbao y Ceuta e incluso muchos eran llevados hasta Francia e Inglaterra.
Fuente: http://www.laopinion.es/sociedad/2010/06/27/jesus-bebe-tumba/292250.html
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