En cuestiones de tecnología, estábamos acostumbrados a que las compañías de cazatesoros ganasen a los Estados soberanos por goleadas más inexplicables -por no decir humillantes- que las del Alcorcón al Real Madrid. Un barco con el equipamiento de la era espacial es capaz de expoliar, como parece haber hecho Odyssey Marine Exploration, los pecios cargados de metales preciosos a casi cualquier profundidad. Incluso Greg Stemm afirma que Odyssey representa la arqueología del siglo XXI.
Por eso mismo, un proyecto como el «Nan Hai 1» provoca la admiración y la sana envidia de los arqueólogos de todo el mundo. Este caso marcará un antes y un después en la historia de la arqueología. Un buque rescatado con su carga de riquezas milenarias, sí, pero también y sobre todo conservando toda la historia que se hundió con él. Exactamente eso es lo que China ha hecho con el «Nan Hai 1» Eso es la arqueología del siglo XXI.
El pecio fue hallado por cazatesoros británicos, pero las autoridades de Pekín actuaron con reflejos de Bruce Lee para expulsar a quien quería lucrarse con este importante patrimonio de la humanidad.
Ahora, aprendiendo las duras lecciones del Museo Vassa, el célebre buque cuya conservación en seco tan difícil se ha vuelto, los arqueólogos chinos han optado por una solución espectacular: un museo submarino en el que el buque se visita en todos sus contextos.
En España, tras el escándalo Odyssey, los Ministerios de Cultura y Defensa firmaron un convenio para lanzar proyectos que iban a comenzar el pasado verano. El retraso sólo puede deberse a la difícil digestión que nuestro Estado autonómico concede a la necesidad de consensos y políticas estatales. Aquí las buenas ideas se pierden y naufragan en tormentas más de pueblo que de fuero. Con digestiones así, más vale renegar de las virtudes de la dieta mediterránea. Yo me paso a la china.
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